Cartas | Paso fenomenal | Por: Juancho José Barreto González

 

Juancho José Barreto González / proyectoclaselibre@gmail.com

“Si no va a pagar el pasaje completo móntese en el bus rojo”. A pesar del traqueteo del autobús, esta frase me resume el dilema bipolar de lo venezolano cotidiano. El sentido que le da sentido a la bulla, al ruidoso elenco de lo cotidiano escindido, carcomido, sin encanto.

“El departamento no tiene las condiciones para…”. El secretario frunce el ceño, mira la frase que lee, quiere estropearla, alterarla, decir lo contrario. Ha aprendido en su miserable vida a diferenciar entre si y no. No, no es lo mismo que sí. O sí no es lo mismo que no. Sencillamente borra, desplaza, no tacha, nada de borrones, sustituye. “El departamento si tiene las…” y pare usted de contar.

“Los analfabetos inventaron el alfabeto”. Esta es una oración poderosa. Unir a alfa y beta desde el ingenio, crear el sistema de las palabras para la conjunción del mundo, trazar con las palabras los caminos venideros. El lenguaje es una diosa inventora, sonora, aérea, volantina. Me encanta que nos muestre el camino por inventar, el que ignoramos. Ir hacia lo que no existe, la esencia del invento y del ser creador.  Siempre es bueno preguntar sobre lo que ignoramos. No empujemos, inventemos las respuestas.

No escribo para convencer sino porque tengo algo para decirme, deciros. Descubrirme en el sentido envuelto en la palabra dicha. Decir es tomar una palabra para inventar ese camino ignorado. La palabra abre algo para tomarlo con las manos de la boca. “Con las manos de la boca tomamos las estrellas”. Con mis manos te pongo aquí, en estas palabras de cercanía. Ponernos en las palabras nuestras todos los días “si es de día” y todas las noches “si es de noche”. El contradictor riposta “no es de día aun siendo de día”. Vaya usted a saber.

La palabra oída, oída por el oído del corazón, atraviesa “la epidermis sónica de las armaduras”. El oficio mata su naturaleza. Entonces, el secretario y el chofer del secretario, y todos los choferes de la circunvalación vital “se creen dueños de las rutas de lo cotidiano y nos afean la cosa”. Se ha vuelto común este oficio común de afear la cosa, dañar la vida y hacernos pasar por los caminos de siempre. Profe, entonces, el problema más grave es que ese oficio lo hacemos “desde adentro”.

“La libertad no es un asunto de edad”. Me voy caminando, inventaré un camino. El mejor método es que “no se cuál sería el siguiente paso”.  No es tachar los pasos anteriores, es inventar los que siguen. “Dar nuevos pasos, libres, fenomenales y sencillos”. La definición de “paso fenomenal” sería “aquel movimiento del pie que conlleva al otro a dar un nuevo paso”.

“Pudimos estar en este lugar mil veces. Cada vez que entro, como vengo de otro lugar, es decir, del paso anterior, encuentro algo nuevo, una respiración o un desafío, una palabra colgada de la luna, de tus sacrificios inútiles o quizá de tus ojos. La pequeña aventura de un nuevo paso pudiera romper viejas soledades e inaugurar el amanecer. Hoy es un nuevo día”.

Los pasos de la rutina son aplastantes. Escucho lo de siempre. Nos complacen o nos da rabia, aumenta la tensión arterial. “La peor enfermedad es la vida que llevamos”.

Me detengo ante el cuaderno portátil. Mi mano izquierda sostiene la pesada mandíbula cimbrada por la virosis. Los dedos de mi mano derecha danzan. Debo terminar la carta. Un mensaje me invita a caminar. “El paso le dijo al paso siguiente: piensa el camino que me dejarás…”.   Llego al lugar de la escritura donde hemos estado mil veces. Cada vez que entro, como vengo de la noche milenaria, encuentro algo nuevo, luz tenue de un paso fenomenal.

 

 

 

 

 

 

Salir de la versión móvil