Cartas | Parresía | Juancho Barreto

 

Juancho José Barreto González

proyectoclaselibre@gmail.com

Decir la verdad es riesgoso. A lo largo de mi vida he aprendido a -y creo debemos seguir aprendiendo- decir la verdad. Pienso en la frase: La verdad nos enseña a estar solos, a quedar solos, y desde esta existencia solitaria por la verdad, caminar con ella. La verdad es el riesgo que corro por mi existencia verdadera, riesgo asumido cuando “mi palabra va adelante” y me comprometo con ella. Es riesgoso y no se calcula. “No va conmigo eso de retórica, decir lo que la gente quiere oír”. Al poder le gusta la alabanza. La alabanza niega la conversación crítica, la anula, aniquila la verdad. Aparece la media verdad para salvarse del riesgo que se corre al decir la verdad completa.

Eso es “parresía”, decir la verdad y correr el riesgo por ella. Sin la verdad está negada la convivencia. La convivencia sin la verdad es una limitación de ambas, es una doble negación y, al mismo tiempo, miedo a encontrarse con la verdad de lo que somos, en el plural de los “yoes” y en el plural del nosotros. Todo esto parte del coraje personal.

“Tienes que estar en contra o a favor para contar con mi apoyo”. Esta frase común de la bipolaridad cultural hace añicos la convivencia. Cuando parto del principio humanista de “no tengo enemigos” es para tomar cierta ventaja necesaria para salirme de lo bipolar trágico y meterme en la pluralidad de la vida fragmentada

hacia la posibilidad de “una tercera dinámica”, una manera humana de crear zonas de comprensión donde la verdad sea libre, vuele sin tener necesidad de aniquilar a nadie. Para nada estoy hablando de diplomacia, esta se mueve en un terreno movedizo y desplazada cada vez más por la mentira publicitada.

Me gustan los riegos por decir la verdad, no le temo al miedo. Pero, me exijo pasar del riesgo personal a la zona de comprensión, a la reunión de, voy a decirlo de una forma cruda, los cansados de la mentira. Atravesar la frontera de la comprensión estemos donde estemos, seas lo que seas. En el espacio de la mentira y del poder se está incapacitado para la comprensión porque se desprecia la verdad, porque no se arriesga nada para producir la verdad. En el espacio de la mentira no se reflexiona y la interrogación es una forma de tortura. En el espacio de la comprensión debemos crear las condiciones para el juego de la verdad, soportando este juego y extremarlo al infinito. En el fondo del infinito titila la libertad verdadera, el lugar que no existe, pero podemos buscar.

Para acercarse teóricamente a la verdad, para quienes les interese el asunto epistemológico, podemos acercarnos a leer a Michel Foucault, entre otros. Aquí adquiere relevancia, más allá del discurso “el compromiso del sujeto con la verdad”. Este compromiso debe caracterizar ese proceso que transcurre en el tiempo y en el espacio y desafía al miedo que produce la mentira como acomodo teórico práctico del cobarde incapaz, capaz de cubrirse con sus destrezas humanas y trabajar el cálculo de la mentira. Pululan, la sociedad es mentirosa, sabe mirarse al espejo, no puede ver su alma porque adolece de ella. Cuando habla del alma, de su alma, miente.

Será traumática la reunión de los buscadores de la verdad, también será terapéutica. En un país de mentirosos con técnicas avanzadas para promover su mentira y la simulación de las verdades a medias (y a medios) es una exigencia ética e histórica generar las zonas de comprensión. Trauma y terapia valdrán la pena junto a la valentía y la franqueza para decirse la verdad.

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