Cartas | Obnubilados | Por: Juancho Barreto

Juancho José Barreto González / proyectoclaselibre@gmail.com

Alguien diseñó en su tablero multidimensional que este país, este, el mío, tuviese nuevamente dos presidentes. No se ha discutido en serio el asunto. En todo caso, mi país que es mío y yo somos víctimas de un mecanismo de fractura de la nación, su ánimo y espíritu. Distintos mecanismos se han puesto a rodar por ambas orillas. Es allí donde encontrarás a los responsables de esta historia de cosiatas y bucaneros que laceran a la república menguada. Los culpables no los busquen en Tocuyito o Tocorón. Levantemos la mirada, Venezuela sigue siendo objeto de la guerra interpontenciaria. Se creen con el derecho de hablar, hacer y decidir por nosotros.

Alguien o algunos. Se irrespeta al país todos los días. Si recuperamos la fibra patriótica deberemos aprender a decidir por nosotros mismos. “Hermanos, ninguna fuerza va a venir a liberarnos”. He aprendido a ligar las dos soberanías necesarias, la personal y la colectiva, la que puede moverse en una dinámica tercera, de la independencia.

Estamos obligados a reaprender del pueblo, de nosotros mismos. Del espíritu y la fuerza humana trascendental que ha permitido salir de las más pasmosas y pestilentes de las crisis, la crisis humana y la crisis de pueblo. Esta fuerza nos ha llevado a recorrer caminos de gloria y de desafíos. Volvamos a recuperar el liderazgo del Bolívar poeta y del Bolívar general. Del espinazo doloroso de la patria dividida debemos sacar los sumos que alimenten nuestro espíritu. Es lo único que nos puede salvar, no es mercenarismo fariseo que proclama que son los yanquis, los rusos o los chinos. Si no tenemos independencia debemos construirla día a día, con nuestros actos para que esclarezca el ideal revolucionario por la humanidad.

Debemos devolvernos a la reunión. Alguien o algunos disolvieron los encantos comunitarios, cumpliendo el mandado de dividir para reinar. No se trata de elecciones, resultados de las mismas o de cualquiera otra índole. Se trata de dar un paso hacia atrás para no apuñalar al otro yo, a quien vive al lado o es de otro partido. Se trata de romper complejos de inferioridad que permiten buscar el amparo de los fuertes con peores complejos. Se trata de una ruptura ánima que quebrante toda estrategia de los dominadores.

Devolvernos la patria boba para hablarnos con franqueza. Nuestro destino no puede ser una estrella más de otra bandera o una sociedad policial entre crímenes y castigos. Estamos hechos para superar desvanecimientos y hablar con franqueza. En esta encrucijada no puede existir compromiso más sublime que entre buscarse y comprender que si seguimos esta guerra entre pendejos para enriquecer potencias, pues seguiremos siendo las carnes preferidas para sus cañones que saben apuntar a los pilares de la república.

La guerra entre venezolanos no es mi guerra. Cerremos ese mundo estúpido por cruento y cobarde. Tenemos el deber histórico de defendernos ante cualquier intervención extranjera y el derecho de superar las agresiones entre nosotros.

Es difícil, luce casi imposible. Estamos llenos de atormentados y de tormentos. Los militantes de la dependencia, de la guerra y del miedo están por todos lados. Lo fácil es para los cómodos. El máximo ideal de la revolución humana requiere de nuevas voces, gestos y acciones. El ridículo histórico de una orilla con dos orillas no es una paradoja, es una realidad que obnubila, me obnubila, nos obnubila. Los presidentes de aquí y de afuera lo saben, están produciendo una nueva pandemia civil.

 

 


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