Cartas | No me libres de mis libros | Por: Juancho José Barreto González

 

No quiero liberarme de lo que me libera. Un libro es una persona de sentidos que nos cuenta cosas reales e imaginarias. En esta carta quisiera traerles pedacitos de mis libros de poesía, dispersos en el tiempo de los tiempos de escritura y lectura.

 

Comienzo con De palabrario y otros instantes:

Soy

Una palabra inventada

aquella conversa secreta

el enamoramiento

sobrevuelo tu espíritu

Si me pongo el vestido

tal vez pierda mi encanto

Trato de ir desnuda por la vida

Si no me ves

volaré a otros ojos

 

Volemos, tal pájaro de ojos, a Espero, igual espero:

El cuerpo extraña/ suda cuerpo ya en sombra/ Imagina la mariposa/ cierra sus ojos/ todos sus ojos/ así no entren los fantasmas de la sombra/ Así vive en la cueva cerrada/ la luz que dejaste en las raíces de mis árboles/ El recuerdo te trae por las hojas/ en las telas de las hojas se anidan tus palabras de luz/ Hago mi fotosíntesis mágica/ estiro las alas y abro la boca/ Por la raíz de mis árboles viene el agua de luz/ íntima/ mínima/ casi ausente/ celestial y arrogante/ cae la gota y reposa en la lengua de mi espíritu/ Y tú allá, simulando altura/ con ganas de bajar y ahogar esta sed milenaria/ La luz es agua en la lengua/ la lengua habladora y secreta. (CXIX).

 

Bebemos a sorbos de esa luz y nos vamos a Las tristezas se hicieron para los hombres, no para las bestias:

En la silla rota del campesino

de antiguo talabartero curtido

quizás acá no haga nido.

Sólo un rato reposo

escucho la sonrisa de los niños

polifónica luz de los patios amamantando bucares

(A ese tipo amado de árboles, le hago guiños)

soy de estos y otros lares

Canta la silla

y me saca a golpe de grillos

volando sigo por el techo de los mares.

 

En tal aleteo incesante aterrizo otra vez en Cuaderno de las flores mínimas, recuperando la danza del grillo:

Después descubrimos sus secretos y nos encantaba

caer sobre sus cuadernos

“nos convertía en pequeños puntos coloreados

debajo de las hojas y cuando llovía, sobre ellas,

como un barquito, nos llevaba a pasear hasta el río

bajando por la quebrada”

 

Entretanto, se escuchan los sones de Buscares de una casa:

La flauta de ese hombre ahí sentado

Baja en cautela con su música por las calles del techo

sus diez dedos y sus nueve carruzos andan danzando

historias.

En los confines de la cuchilla

Han decantado los sones maravillosos de los huesos

Han venido a decirnos en la pureza de la flauta

Las tristezas del hambre

Sus quemaduras

Los andamios del dolor

 

En Resurrección de lo pequeño:

La brisa viene de lejos

No tiene pasaje de vuelta (XXIII)

Tal vez no regrese

Tal vez no he llegado (XXIV)

 

Regresemos al Cuaderno de las flores mínimas para contarnos en la palabra escrita:

 Para contar esta historia de niños y de flores

buscamos las imágenes comunes elementales

imaginadas de un niño mirando el cielo de un poeta

soñando lo sensible el niño el poeta la lluvia las

flores asteriscos los árboles y el cielo el camino

hacia el otro lado ¡ ah! y el tiempo de la brisa esas

manos nuevas de la tarde para mover las cosas y

desprenderlas a las tres de los bucares

¡Cómo llego a ese lugar y acostarme en la

hojarasca!

Caminando cerrando los ojos escribiendo

Da lo mismo

 

Y para cerrar y dejar abierto, voy y abro una de las primeras páginas de Derecho a la imaginación, para dejar dicho:

 Estamos hechos de palabras. Nos amamantamos con ellas, nos lo recuerda Briceño Guerrero, en el libro Amor y Terror de las palabras. Son balsa para flotar en la realidad o sumergirnos en esa realidad cruel y benévola. Intercambiamos con las palabras, son puente para llegar donde queramos.

 

 

 

 

 

 

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