No quiero liberarme de lo que me libera. Un libro es una persona de sentidos que nos cuenta cosas reales e imaginarias. En esta carta quisiera traerles pedacitos de mis libros de poesía, dispersos en el tiempo de los tiempos de escritura y lectura.
Comienzo con De palabrario y otros instantes:
Soy
Una palabra inventada
aquella conversa secreta
el enamoramiento
sobrevuelo tu espíritu
Si me pongo el vestido
tal vez pierda mi encanto
Trato de ir desnuda por la vida
Si no me ves
volaré a otros ojos
Volemos, tal pájaro de ojos, a Espero, igual espero:
El cuerpo extraña/ suda cuerpo ya en sombra/ Imagina la mariposa/ cierra sus ojos/ todos sus ojos/ así no entren los fantasmas de la sombra/ Así vive en la cueva cerrada/ la luz que dejaste en las raíces de mis árboles/ El recuerdo te trae por las hojas/ en las telas de las hojas se anidan tus palabras de luz/ Hago mi fotosíntesis mágica/ estiro las alas y abro la boca/ Por la raíz de mis árboles viene el agua de luz/ íntima/ mínima/ casi ausente/ celestial y arrogante/ cae la gota y reposa en la lengua de mi espíritu/ Y tú allá, simulando altura/ con ganas de bajar y ahogar esta sed milenaria/ La luz es agua en la lengua/ la lengua habladora y secreta. (CXIX).
Bebemos a sorbos de esa luz y nos vamos a Las tristezas se hicieron para los hombres, no para las bestias:
En la silla rota del campesino
de antiguo talabartero curtido
quizás acá no haga nido.
Sólo un rato reposo
escucho la sonrisa de los niños
polifónica luz de los patios amamantando bucares
(A ese tipo amado de árboles, le hago guiños)
soy de estos y otros lares
Canta la silla
y me saca a golpe de grillos
volando sigo por el techo de los mares.
En tal aleteo incesante aterrizo otra vez en Cuaderno de las flores mínimas, recuperando la danza del grillo:
Después descubrimos sus secretos y nos encantaba
caer sobre sus cuadernos
“nos convertía en pequeños puntos coloreados
debajo de las hojas y cuando llovía, sobre ellas,
como un barquito, nos llevaba a pasear hasta el río
bajando por la quebrada”
Entretanto, se escuchan los sones de Buscares de una casa:
La flauta de ese hombre ahí sentado
Baja en cautela con su música por las calles del techo
sus diez dedos y sus nueve carruzos andan danzando
historias.
En los confines de la cuchilla
Han decantado los sones maravillosos de los huesos
Han venido a decirnos en la pureza de la flauta
Las tristezas del hambre
Sus quemaduras
Los andamios del dolor
En Resurrección de lo pequeño:
La brisa viene de lejos
No tiene pasaje de vuelta (XXIII)
Tal vez no regrese
Tal vez no he llegado (XXIV)
Regresemos al Cuaderno de las flores mínimas para contarnos en la palabra escrita:
Para contar esta historia de niños y de flores
buscamos las imágenes comunes elementales
imaginadas de un niño mirando el cielo de un poeta
soñando lo sensible el niño el poeta la lluvia las
flores asteriscos los árboles y el cielo el camino
hacia el otro lado ¡ ah! y el tiempo de la brisa esas
manos nuevas de la tarde para mover las cosas y
desprenderlas a las tres de los bucares
¡Cómo llego a ese lugar y acostarme en la
hojarasca!
Caminando cerrando los ojos escribiendo
Da lo mismo
Y para cerrar y dejar abierto, voy y abro una de las primeras páginas de Derecho a la imaginación, para dejar dicho:
Estamos hechos de palabras. Nos amamantamos con ellas, nos lo recuerda Briceño Guerrero, en el libro Amor y Terror de las palabras. Son balsa para flotar en la realidad o sumergirnos en esa realidad cruel y benévola. Intercambiamos con las palabras, son puente para llegar donde queramos.
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