Por Juancho José Barreto González
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Fui expulsado del Festival de Poesía el mismo día que iba a recitar. No pude estar ese jueves 20 de julio en el Foro Bolivariano, Valera, Estado Trujillo. Una gran mosca verde me sacó del programa porque, según la versión que manejo, fui candidato a la gobernación por el Partido Comunista. La verdad es que no me sorprendió.
Un día antes, el 19 de julio por la mañana, asistí a un recital en la Casa de Historia denominado “Ojo de Agua” sin duda inspirado por el Iwa wayuu. Enorme evento lleno de franqueza poética que es como decir, lleno de ternura. Casi al final de este evento, cordialmente se me invita a leer un poema. Accedo con mucho gusto, dije algunas palabras y leo un poema, si, un poema, dedicado al homenajeado del 17 Festival Mundial de Poesía, mi otro hermano y amigo Pedro Ruíz:
Pedro río
Movió la mano, una de ellas y el río nace río riendo endo yendo
Esto ocurrió hace mucho tiempo
Después le pasó revista al agua bendita del páramo
Y sacó de su totuma y buen trago de niebla
Y se puso triste por la muerte del arado que tenía rayos azules
Cuando el gañán deliraba y tocaba violines
Entre sus barbas lleva las semillas de versos
Y ríe río como un río ríe
Y le puso tierra de sus caminos trajinados
Y canta duro como un trueno vagabundo
En la solapa cuando la usa
Tiene un sol por brújula de sus encantos
Y no olvida la quebrada de los miserables
Ríe como un río y su espalda líquida
Llovizna para adornar las huellas humanas
Letras extrañas de abecedarios
Metidos al horno de los tejemanejes divinos
Y canta duro
Y los tímpanos sensibles del mañana
Asolean las máscaras desgarradas por las brisas
De ahora y de enantes
Entre sus barbas lleva las semillas de versos
Y ríe río como un río ríe…
Para el día siguiente, una voz hermanada me comenta, “no vayas al festival, hay problemas”. Los amigos de siempre, los amigos y los poetas me habían dicho “vuelve a leer mañana el poema a Pedro”. No fue posible ir a Valera y participar en el homenaje a Pedro. Pero como nadie es dueño de nada, menos de mi vida, a la que yo a veces desobedezco, hoy les escribo a los poetas para decir a viva voz, “ninguna mosca verde es dueña de nosotros los pájaros”.
Voces
La flauta de ese hombre ahí sentado
Baja en cautela con su música por las calles del techo
Sus diez dedos y sus nueve carruzos andan danzando historias
En los confines de la cuchilla
Han decantado los sones maravillosos de los huesos
Han venido a decirnos en la pureza de la flauta
Las tristezas del hambre
Sus quemaduras Los andamios del dolor
Sostenidos por listones de árboles oscuros
Vinieron a cantar a la casa
Y traen corazones insólitos y limpios
Los corazones hambrientos de una larga emergencia del dolor
Sólo flautan el aire mientras que la sonrisa del nuevo hombre se hace cósmica
Sólo flautan esos dedos de carne y madera las futuras estrellas místicas
De un universo debajo de los pasos de aquellos seres que saben hacia donde caminan
Flautan desde ojos hambrientos de extraños colibríes venidos del sexto sol.
Este poema “Voces” pertenece a mi libro Buscares de una casa (2020). Iba a leerlo en el Festival de Poesía, pero bueno, aquí se los dejo. Los poetas no somos de nadie, ni de aquí ni de allá. Somos transeúntes de un lugar que pasa. Dejamos una palabra suelta aleteando, con un compuesto especial, inodoro. Es imposible a las moscas verdes atormentarnos. Somos rebeldes primitivos cuya causa está marcada por el origen de la vida, causa eterna e invisible “de extraños colibríes venidos del sexto sol”.