Esta vida y su escucha, placenta viva de la tierra y en riesgo, sentidos arriesgados y riesgosos nos lleva, nos exige otra lectura para cuidar la vida. La semiótica del orgullo se dirige a la terapéutica en función del lugar mejor para cuidar la vida. Ya no es diálogo-lectura para viajar por la vida, sino también, para ser responsables y cuidadosos. El lenguaje, la casa y el ser que la habita están en riesgo planetario. Tal situación exige una relación medicinal, un remedio semiótico, debemos revivir lo medicinal de los incas, el país medicinal del que hablaban, diría ahora, el planeta medicinal.
Leído, le-siendo, terapiando. Aparece un poder ético desde la semiótica. Poder curar-se-nos. Poder ético que nos libera terapiando en el otro, semiótica de la alteridad, poder siendo en el otro lo que comprendo que soy de diferente frente al otro que no soy. Una relación terapéutica, de curación, medicinal, ni de lástima ni caritativa, sino de cara a cara, cuerpo a cuerpo, sujetos que comprenden sus alteridades para un nosotros planetario. Mi identidad no es la identidad ni la alteridad por completo del otro. La interrogación y la comprensión son el hito y a la vez el puente. No es posible que exista el Mundo, el Texto, la Iglesia o el Estado, el Poder, el Género como totalidad. La totalidad, es una pretensión peligrosa de la ideología occidental, globalizar, identificar, transparentar. El ego conquistador de la globalización… uno somos todos… el poder es uno en todos… una pretensión… tal como ha sido la de la individualidad en sí misma, única, sin tregua a lo otro…
Leo siendo el otro y lo comprendo. Al ser el otro en la alteridad logro la armonía en la diferencia. Me vuelvo cósmico, mi mí mismo se destotaliza en la alteridad que soy en el otro. La terapia del amor cósmico desmonta al individuo, a la identidad de lo global, lo idéntico negador de la reciprocidad se ha vuelto mismidad global negadora de la diferencia. Este oxímoron es esencial, no es eventual sino condicional para una ética de la semiótica cósmica capaz de proyectar el compromiso del gran sistema de los signos a la conservación y cuidado del gran sistema de la vida del otro.
Entonces, la terapia se vuelve una dramática, pasar al drama, actuar desde esta perspectiva que ya no lo es sino necesidad, emergencia, ser hospitalarios. No es una cuestión lejana, es acto oportuno, nos damos la oportunidad de actuar como humanos en terapia, intensiva, intensa para salvarse. No se trata de un método académico, didáctico, esto no es una receta: “…dramatizar nuestro pensamiento, es algo muy distinto a escribir un artículo especializado que enuncia in abstracto cuestiones abstractas. Se requiere una suerte de coraje físico, quizás cierto exhibicionismo, talento actoral y disposiciones que no están inscritas en el habitus académico” (Bourdieu, P. Pensamiento y Acción. 2da Reimpresión, Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas. 2008, p.22).
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