Cartas | Laura | Por: Juancho José Barreto González

 

A Laura Pérez Carmona, la incansable mujer cósmicaescuqueña.

La veía caminar por los caminos horizontales de los sueños, meterse en las hendiduras de los compromisos y hablar como si estuviese haciendo equilibrios con las estrellas. Esta es una metáfora para decir de Laura Pérez Carmona. Hija del nidal de las nubes y transeúnte de la utopía entendida como la búsqueda del mejor lugar. La utopía funciona hacia adelante, hacia atrás el pasado del cual podemos aprender. El pasado es una experiencia vivida, la utopía una vocación redentora del futuro, una rara condición recuperadora de lo que no ha sido y puede ser.

En diálogo con sus dioses indígenas y andinos, reivindica el conocimiento y la cultura de los pueblos originarios, aquellos quebrados por la impronta colonizadora y neocolonizadora. Antes y después en los pueblos encontramos las vías imaginarias e históricas de resistencia al vasallaje espiritual de occidente. Un puente intenta Laura, un camino perdido y recuperado en cada lectura de sus antes y despueses.

La juventud comunista, el partido de la revolución venezolana y la corriente filosófica y política Tercer Camino le deben sus aportes, su palabra empeñada en combinar nuestro inconsciente colectivo y la rebelión humana contra las culturas que delimitan al ser bajo las ecuaciones del poder castrador y castrado para el amor. De allí su fraternidad materna, cuan india del Quibao ofreciendo sus bebedizos para liberar el espíritu encarcelado tras los barrotes de la simbología opresora. Así la recuerdo, curtida en el debate generado alrededor de la pregunta Cuál partido cuál socialismo por allá comenzando los ochenta.

Un once de octubre, un día antes de morir, recibí su última clase, su cosmogónica respuesta al mundo de las grandes preguntas resumidas en aquellas de dónde venimos y hacia dónde vamos. Me imagino ahora, metidos en nuestros antepasados, antes y después del octubre de 1.492; antes y después de 1.810 o de 1.966; o en el antes y después de ahora, de este día, de este siglo, de esta mañana fresca en que te escribo esta carta imaginaria.

Sabía dónde encontrarte, en medios de las dificultades. Ponías tu rostro de india madre a disposición del café o la mermelada de mandarina. Con tu caballero andante, andabas por los caminos de los lugares cuyos nombres ahora queremos recordar. Desafío es el primero, le sigue honestidad. En medio de estos dos, la ternura, su mágica ternura combinada con una sonrisa de arco iris encantado. La vida como estrategia de compromiso personal, colectivo, silencioso y bullente. En esta larga avenida transcurre su tercera clave, sus virajes y devociones. Este lugar horizontal largo como una serpiente que se muerde la cola. Un lugar místico, real, simbólico, herido, donde las derrotas se cuentan en las líneas de sus cuadernos con el esmero de una irreductible.

Esta carta, estas palabras es mi homenaje para acercarme a oírte en el canto de los pájaros y el trajinar de las campesinas. En la vehemencia de lucha de mujeres que no se fatigan e insisten en Luchar hasta Vencer. Me recibes, tiendes tu mano y estoy en tu casa grande donde el cóndor tiene su nido. Llueve triste y encampo bajo los cristales de tus ojos.  Tal vez un trago de cocuy, un buen trago, y algunas canciones me hagan pasar sobre mi tristeza, y, desde este lado del pequeño puente recibirte de nuevo.

proyectoclaselibre@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

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