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Sigamos la imagen. A través de las grietas se mueven ciertos fluidos recurrentes que llegan a nuestra sensibilidad y la “socaban”. La vuelven adicta a un sin número de sensaciones “incontroladas” capaces de acomodar la vida a ciertos placeres tan igual como lo son el dormir, comer, hacer el amor, caminar, leer, cantar. Tales sensaciones no controladas seducen la mente. No hace falta pensar.
Los obreros cibernéticos trabajan día a día vertiendo tales materiales líquidos y gaseosos. Su flujo no se detiene. Dormidos o despiertos estamos sedados y sedientos, “queremos más”. En otra parte he llamado esto “el control del deseo”.
Propongo una nueva imagen. La sensibilidad trabaja por liberarse, le gusta desatarse y nadar contra la corriente. Nada hacia afuera, navega. Presiona hacia afuera y expulsa a las sensaciones incontroladas al lugar de la reflexión. Acude a las energías espirituales y reasume prácticas alternativas de lo humano. Conversa y escucha.
Se escucha un raro instrumento. Es la revuelta espiritual. Debe hacerse cotidiana. “Después de la hora más oscura, amanece”. Cotidiana en uno mismo y en los demás. Escuchar sus notas musicales, aquí en la tierra injusta. “Es como sacar del cuerpo todos los males”. Intento, inicio desde siempre, humano arte de luchar por lo bueno. Hacia adelante. Atrás los otros intentos, derrotas tras derrotas, dignidad.
La hora más oscura es justo antes del amanecer. Me gusta esta imagen. Tienes fuerzas, puedes lograrlo. Aquí y más allá que aquí, da lo mismo. La casa está oscura, mis manos sienten las heridas de la cosa oscura, gesticula, resiste, trata de decir algo. Estalla. Al mismo tiempo, más allá de aquí, es lo mismo, un gigante se come la cabeza de los humanos. Viejo monstruo ese, devorador de todo. Los obreros cibernéticos convierten en plusvalía cultural sus vómitos visibles e incoloros. No conocen sus secretos, los mezclan, los convierten en mercancía “made in theland”.
Les lanzo entonces, desde mi sensibilidad, un pedazo de poema donde aparece Herminio, compañero de escuela. Le pido a José, el acomodador de estas letras que las ponga en su lugar:
Con las mismas manos de alisar la vieja camisa. Remendada comencé a escribir en el aire en una lengua extraña “los árboles hablan con los hombres reclaman se van todos los pájaros”.
Esos no son hombres son canallas, escucho mientras mi barbilla sangraba era Herminio entre la tierra negra y la tierra morada.
Trató de calmarme y dijo “esta no es tu hora de pasar” me quedé un buen rato saqué el pequeño lápiz hicimos juntos la plana…
Me volví errante en algunas páginas traté de enmendar la tarea “A los hombres los prueba con h y con v corta la vida”.
Todo esto es revuelta creadora, escucha. Pruebas a lo humano para que no se cruce de brazos, drama del sentimiento. La sensibilidad germina en el lenguaje, la lengua de la escucha de lo humano, enmiendas, caminos abiertos, pruebas.
Escucharnos, enmendar la tarea, buscarse hacia dentro, allá mismo, aquí, desarmar al afuera insensible, quitarle el poder. Con vivir no basta, hay que luchar por vivir, todos los días, dormidos y despiertos, en realidad y en sueños. “Ningún discurso ha podido interpretar mejor el espíritu. Sin eso que llamamos arte, a través del tiempo, no podemos abordar y comprender la comunicación de los espíritus. Y, sin esta comunicación, jamás podemos lograr superar aquellas desgracias que se han sintetizado en la civilización de la competencia. Volverse hacia adentro, el dentro del adentro, es el intento de superar todas aquellas técnicas que el hombre ha inventado para matarse”.
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