Cartas | La Rayuela del Futuro | Por: Juancho Barreto

 

De alguna u otra manera el destino de estas cartas es desconocido. En el fondo me digo «para algo deben servir».  Ellas me permiten sugerir miradas del mundo y al mundo. Como quisiera multiplicar carteros y, en particular, quintuplicar lectores.

Desde hace muchos años, uno no sabe el momento exacto, aprendimos a acercarnos a las palabras con cierto cuidado, con respeto, con delicadeza.

Escribo, entonces, «la palabra es lo único que nos queda», lo demás es artificio, sortilegio, mercancía. Permítame seguir tejiendo un puente de palabras, parecido a la Rayuela, aquél juego infantil que nos permite saltar el mundo a través de un orden o de una sugerencia. El sentido del juego, en este juego, lo determina el jugador. El resto mira con atención los saltos ágiles de quien está al turno frente a la suma de saltos que nos conducen a un lugar. Tal vez lleguemos o no, he allí el dilema.

La casa es el lugar donde jugamos la rayuela de la vida. Cuando te he comentado sobre la «casa invadida» es porque la observo así. No es nuestra casa, ella ha sido ordenada por otros jugadores. Temo que la casa se convirtió en cosa, lugar donde recibo todo tipo de orden. Sugiero observar la paradoja triste de los «canales humanitarios»: Los bandos en disputa se ponen de acuerdo para que las personas se vayan de su casa. Es como decir, la civilización humana abre canales para que abandonemos la civilización humana. Les dejo el poema «Toda la casa» (En Buscares de una casa, 2020, p. 60):

Mi casa es la vida

La vida de todos

Mi casa la apedrean

Mi casa se revienta con la tristeza

Mi casa es el objeto fijo para un misil

Mi casa es la casa tierra con nostalgia…

Es cruzada por mil lenguas de la muerte

Lamen con sus venenos mi casa

Se me secan los ríos

Y pudren los mares

Pasan los turistas con discursos ecológicos

Pensando en gozar mí casa

Y cantan sus oraciones

Y se muere la casa

Y cantan sus oraciones

Y se vive la casa

Mi casa es la vida

La vida de todos

Mi casa es la muerte

La muerte de todos

Lo tomamos como un deber, reflexionar en voz alta, no quedarnos en condenar, plantear alternativas, intentarlas. «Para mí nunca perderá vigencia la vieja consigna del hombre nuevo».

Liberar la casa es inventar nuestro propio juego, humano, simple, económico, accesible, amoroso. Liberar la casa es hacerla todos los días, construirla desde un cada quien, una nueva cultura liberadora para que la vida, no el misil de mi verso terrible, entre y salga libremente.

Es prioritario tener una lectura del porqué hemos llegado a la negación de la casa, y también, por supuesto, (¡claro!), sostener espacios de convivencia conversada, inventarlos, para poder organizarnos como caserío en la rayuela humana.

Ya no somos los niños jugando a la rayuela del futuro. Vale el desafío para que ellos, los niños, cuando nazcan en el futuro, aprendan a jugar a ser mujeres y hombres libres y no habitantes ciegos de una civilización humana que intenta cada día expulsarse de sí misma.

(Realmente el sueño con los canales humanitarios fue un «absurdo», entrecomillas. Soñé que los pueblos abrían canales para que los ejércitos abandonaran sus cuarteles y frentes y fuesen a liberar sus propias casas… (¡!))

 

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Juancho José Barreto González

proyectoclaselibre@gmail.com

redsertrujillo.wordpress.com

 

 

 

 

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