Los trujillanos vivimos una encrucijada que, al mismo tiempo, se ha convertido en una nueva oportunidad para participar en la historia. Estamos aquí para cerrar un ciclo dirigido por quienes dijeron ser nuestros libertadores, secuestrando para sus intereses mezquinos el porvenir de un pueblo que los hizo merecedores del poder público. La realidad es patética y le quita la máscara a quienes quieren seguir en el festín de la corrupción y la mentira.
No es una imagen poética vacía recuperar y reorganizar esta casa grande, hacerla próspera y honrada. Es un planteo político estratégico, un llamado general, una vocación y una invocación, una convocatoria a los hijos buenos de esta tierra para cesar la división entre nosotros. Es una obligación moral, personal, trujillana “romper las cadenas de la servidumbre, que agobian todavía a algunos de nuestros pueblos”.
Me he encontrado con la tristeza y con el ánimo; con la desolación y la cocina solidaria. Con la falta de estímulo y el creativo emprendedor. Se están levantando nuevamente cantos y proyectos. Para cristalizarlos el poder debe estar en manos nuestras, entre nuestras manos. Entre un pueblo venido en desgracia, crece el coraje hacia el último silencio. Hemos entrado como candidato a gobernador del estado a muchas casas afligidas donde renace la esperanza: El 21 de noviembre convertiremos el voto trujillano en la elección de un nuevo gobierno regional para cambiar la historia.
¡La procesión anda por dentro! Podemos organizar un gobierno de la casa que convierta la casa del gobierno en el lugar donde se organiza y se trabaja el futuro. Un gobierno para que en su casa funcione el gobierno, para que la tan cacareada soberanía resida en esa residencia humana de los pueblos organizados distantes de toda servidumbre y de toda pobreza. Como se indica en nuestro cuaderno de Trujillo, “la pobreza es más que la insuficiencia de ingresos monetarios para cubrir las necesidades básicas alimentarias. De manera que nos proponemos ofrecer a los Trujillanos un espacio territorial donde las opciones y oportunidades le permitan vivir una vida tolerable.”
Los trujillanos no podemos seguir indiferentes ante las aflicciones y estamos obligados a la reunión de nuestras capacidades y recursos para ofrecerle a la vida digna un espacio distante de tropelías, desafueros y violación a lo humano y nuestros derechos. Desde tal razón Trujillo es un deber con Venezuela donde sea posible “disfrutar de un nivel decente de vida, donde prevalezca, la libertad, la dignidad y el respeto por sí mismo y por los demás”.
Trujillo, 28 de octubre 2021
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