Después del trance propongo un intento. Asociar nuestro sistema nervioso con la evolución de la sociedad. La resulta es la palabra, el lenguaje. Los fanáticos del mundo se han unido en un propósito, extinguir esta asociación, esta suma humana. Desaparece el lenguaje para darle paso “al hambre hormonal o a la sobrecarga de tono”. De tal manera, enfatiza Alberto Merani, “el ser humano estaría, como los animales, sometido únicamente al hambre sexual y no conocería la emoción amorosa, la sed de ternura que lo caracteriza. No seríamos ce monstred’inquiétude que define Charles Péguy. Pero la palabra representa el medio más completo y variable de relación interindividual; erigida en «segundo sistema de señales», no solamente sustituye la percepción directa de los fenómenos, sino que al sintetizarlos les otorga carácter histórico.” (Merani, Psicología Genética, Grijalbo, 1962, p.199). No dejaremos de andar por los caminos del lenguaje, esos que vienen de ese lugar logrado, humano, fiel a lo humano, lo reflexivo, el pensamiento.
La poderosa élite política planetaria lo sabe, trabaja lo hormonal, el orgasmo del deseo. Esto es sumamente complejo y difícil de desenredar. Su clave básica es la competencia, la condición necesaria para ser más que el otro, vencerlo colocándolo bajo condiciones de dominio. Los políticos no advierten este tránsito porque su pensamiento está dedicado a justificar sus acciones.
En todo trance el cuerpo jadea, es su expresión hormonal. Trabaja la sobrecarga del tono, gime. Luego, la emoción amorosa. El lenguaje de la ternura, aquí está la respuesta, hay que buscarla. En su trance, en su gemido hormonal, en su trance por poseer al cuerpo del pueblo, de la patria, del otro cuerpo que no habla sino sigue, añora, adula, los poderosos de la palabra que somete sobrecargan el tono sin reflexionar, desaparece “la inquietud del futuro” y se sobrevalora la dominación hormonal del otro. Lo lastimoso es que esta posesión hormonal del lenguaje, pasó a la rapidez nerviosa del control cotidiano.
Como vemos, todo esto es un desafío al cuerpo y a su lenguaje. Me he venido construyendo un concepto vital, la soberanía personal, mucho más allá de lo que se ha llamado libertad, rasgo propagandístico manoseado hasta el cansancio. El propio Merani me ha otorgado el concepto que define el tránsito, el proceso cultural y evolutivo hacia mi soberanía desafiante: “Propioceptiva”.
Lo atractivo de mi tesis es que la estoy construyendo desde mi propia existencia, apropiándome de ella, afiliándome a las permanentes búsquedas, preguntas y respuestas de lo humano. El ser humano es un conjunto de inquietudes, no es una ameba o un perro que saliva controlada en un laboratorio. Rompamos los cristales.
Mi palabra es mía para ti, extendida como “emoción amorosa”. No pretendo convencerte de nada, pero mis señales, las que intento e invento producir buscan un horizonte reflexivo, posible. Tengo el derecho de mi soberanía personal, está plasmado en mi cartilla de deberes.
Cada vez tengo más inquietudes. Es como nacer cada mañana para el mañana. No permitamos cortar los largos caminos de donde venimos y hacia donde vamos, hacia el encuentro conflictivo, creativo, diverso y fogoso del nosotros mismos. Del conflicto de nuestra existencia al encuentro conflictivo y comunicado de nuestra existencia alimentando cada vez nuestra “sed de ternura”.
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