«Lo único que debemos perder es el miedo». Esta frase queda dando vueltas en el aire mientras la gente alegremente se despide después de instalar la sala de reunión El Paramito. Comenzamos a las cinco de la tarde. El anfitrión nos da la bienvenida con la gentileza común de los buenos hijos de esta tierra. Mis padres, dice, estuviesen orgullosos de atenderlos en esta casa donde aprendimos a trabajar y no robarle nada a nadie. Después de presentarme como uno «de los nuestros», celebro con mis palabras estar en esta casa humana compartiendo un desafío, abrir la puerta al porvenir de Trujillo, lograr su reunión, preparar su mudanza, derrotar a quienes nos entretienen con sus juegos diversionistas y divisionistas. La reunión es el espacio ideal para echar las bases culturales de este compromiso colectivo llamado Estado Trujillo. La gente está cansada de triquiñuelas y estamos descubriendo que lo único que podemos perder es el miedo.
El aspecto sustancial de esta campaña admirable es la reunión gentil y extraordinaria para revisar el estado de nuestra casa regional. «Somos ciudadanos de a pie, tenemos proposiciones y sabemos de albañilería, podemos crear equipos para reconstruir nuestras casas»… Los asistentes a la sala de reunión nos escuchamos con entusiasmo, se siente el cambio de actitud. Mientras intervenía Rosa, un apagón permite que la luna posara en el rostro de la reunión. «La gente no se quiere ir» me comentaba jocosamente quien estaba a mi lado. Luego de hablar Rosa, interviene un amigo cuya luz interior le permite ver despejado todos los caminos. «Agradecemos al PCV su apoyo, no podemos tener dilemas al respecto, somos la respuesta frente al pacto entre el gobierno y la oposición». Cuando nos cierran una puerta se abren otras en la anchura de esta andanza.
Sigue la luna alumbrándonos la noche y la gente allí encantada con los muchachos de la casa libre. Compadre, me dice el anfitrión, la gente quiere seguir escuchándolo. Insisto entonces en la idea de reunirnos en la Plaza de Bolívar el 28 de septiembre, día martes, a las 10 de la mañana. Este será para todos nosotros el día para encontrarnos y reconocernos, para trazar la ruta de la sumatoria de pueblos trujillanos y darnos un buen gobierno. Trujillo para nosotros es un deber con Venezuela.
Al finalizar la reunión se encendieron las linternas y la gente regresa a sus casas. Uno de ellos posa su mano en mi hombro y exclama ¡Profesor, vine a escucharle! Me voy convencido, cuente conmigo para lo que salga! Justo es esta lámpara interior la que estamos encendiendo. Este es el objetivo de esta campaña admirable.
En la madrugada decido escribir esta carta decimosexta porque mañana estaré en las llanadas de Monay, para seguir hilando amaneceres. «Cantan los nuestros, amaneceres, cantares de gallos, canta el pueblo, hila la mañana de trabajo. De organización y de esperanza. Canta el gallo, hila montaña, valle, casas, caseríos, pueblos, pueblitos, para un nuevo Trujillo, para el Trujillo de la última mudanza del encanto».
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