Cartas | Franqueza y compromiso | Por: Juancho José Barreto González

Juancho José Barreto González

 

Pensar la nación, la vida, la cultura, eso está bien. Sobre la base de pensar lo humano y su decir, haciendo. Debe lucir como el espacio donde se reúnen los quehaceres y pensares, juntos, con y sin el pragmatismo ideológico de los grupos que se desgarran las vestiduras por apoderarse de la “isla”.

Nos gusta decir, ya sentado en uno de los pupitres que todavía subyacen en la villa universitaria, “la universidad no es una isla democrática dentro de un país oprimido”. En todo caso, siempre hemos insistido, acercando nuestra acción a la utopía, a la libertad, en este tipo de pensar. Recuerdo así, siempre, las palabras de Alonso Quijano (1997), “El fin de esa historia no ocurrirá quieto, ni pacíficamente”. En ninguna tabla, argumenta, está escrito, está dicho “que seremos eternamente derrotados”.

 Trato de despejar las telarañas dejadas por los dirigentes escolares, los gestores y los dirigentes sectarios. Sobre todo, por aquellos que se creen el ombligo del saber. Es necesaria la luz del saber y la decisión de romper los polos de poder que nos obliga a andar en los dos lados de la isla y el país bipolar. Es necesario entender que, ahora miro una fórmula de física cuántica, si no hay luchas desde dentro, desde los recodos del espíritu, seguiremos derrotados aun siendo “victoriosos”.

Me detengo brevemente no sólo para buscar una frase provocadora sino también, para tomarme un buen café. Creo en la importancia del poder decir, del exponerse. Las palabras, queramos o no, nos llevan al lugar del sentido. “La universidad es tan enclenque como la república enclenque”. Enseguida presto mi mano para escribir “la autonomía no existe ni dentro ni fuera”. En todo caso, son ecuaciones elaboradas con el propósito no sólo de registrar el desencanto sino de superar los desencantos.

El encanto vendría por la reunión ya dicha de los quehaceres y pensares creativos, el entusiasmo por volver a tratar de acercarnos a lo que somos para ser de otra manera, alternativa por mejor, en espacios culturales y académicos más justos con nosotros mismos.

Este empeño frente al desierto espiritual, jurídico y económico, desperdigado por las pasiones personales y de grupos, nos seguirá encerrando en el cajón ideológico de la división si no inventamos la reunión de los que queremos luchar por la universidad y el país imaginado.

Asociar nuestros oficios domésticos de estudiantes, empleados, obreros, egresados y profesores con la puesta en escena de la posibilidad de no ser derrotados por nosotros mismos. Permitirnos una existencia franca y comprometida para atravesar el desierto y lograr nuevos puntos de reunión. Al mismo tiempo, conocer y superar el registro de las microfísicas de las malas costumbres que nos llevaron a tal estado enclenque, anómalo y regresivo que quita méritos y reduce a la persona universitaria a un patético servilismo ideológico.

Debemos extraer la imagen que nos hemos formado de sí mismos. Ponerla al sol como un cuero seco. Por algún lado tendrá que levantarse. En esa unción recuperadora, tratar de levantarnos para una poética universitaria para conocer, cantar y contar, no excluyente que se abra a los nuevos tiempos y supere con creces el designio de la odiosa bipolaridad.

 

proyectoclaselibre@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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