Juancho José Barreto González
Estos días, fue lo que me enseñaron mis padres, son días reflexivos. Un día reflexivo, para mí, es pensar, no en lo que puede suceder, sino, en lo que pudiera suceder “si cambiamos de actitud”. Lo que puede suceder es consecuencia de lo que hacemos todos los días, resultado de una gradualidad que viene dando vueltas. Lo que pudiera suceder, es otra cosa, es una vía perdida si seguimos haciendo lo que rutinariamente hacemos. Esta vía perdida, de darse, sería “potencialmente diferente de lo que hacemos”.
La sociedad humana ha crucificado lo humano y su esperanza. Es decir, lo puso en condición de espera. Quizá de allí viene aquel “esperemos que pasa”. Si cambiamos de actitud podemos hacer que pase, actuar para que pase lo que no ha pasado porque sólo esperamos. En estos momentos se va la electricidad. Espero un rato y surge la frase “Feliz de ser de lo que pudiera ser y no ha sido”.
Soy de la generación que canta Germán Pérez en su canción: “Los recetarios lejos de mis manos/ aquí inventamos y erramos para cambiar la historia”. La historia es una vía abierta a otras posibilidades. Las vías perdidas de la historia pueden encontrarse en el futuro cuando el pasado acabe de pasar.
Sólo rescato del pasado las vías perdidas, lo que pudo haber sido y no ha sido. Será si queremos que sea. Me encanta esa consigna subversiva venezolana del abril de 1810: “Cuando el pueblo quiere el pueblo puede”. Un resumen explícito del querer es poder. “Recuerdo la casa sin puertas de los incas, donde entremos y salgamos libremente”. Esta es una vía perdida, ahora no hay casa sin rejas, vivimos en una prisión ambulante.
Debo decir en este confesionario público que lo único que me ha salvado es la poesía. A través de ella veo al amor, a los pájaros y mis seres queridos. Amo a toda la especie humana, algún día le saldrán alas. Cuando escribo esta carta, uno de mis hijos me envía una foto de mi poemario “Espero, Igual espero”. Voy enseguida al canto LXII:
En esta mirada con los pájaros redescubro mi historia. Vuelo al uvito y como sus frutitas en diálogo con otros pajaritos. Los pájaros grandotes no bajan allí, no pueden, no deben, no deben o no quieren, nunca lo sabré a ciencia cierta. Redescubrirse pequeño con otros en el árbol que nace en una piedra partida en dos es importante esta tarde.
Esta noche, a las 8 y 23 minutos firmo una declaración frente a este confesionario público. Para ello me traigo las primeras líneas del libro Derecho a la imaginación (segunda edición 2020), un “epígrafe” tomado del poeta César Vallejo “Del carnet de 1934””
Una estética teatral nueva: una pieza en que el autor convive, él y su familia y relaciones, con los personajes que él ha creado, que toman parte en su vida diaria, sus intereses y pasiones. No se sabe o se confunden los personajes teatrales con las personas vivas de la realidad.
Los poetas somos seres voladores, no pertenecemos a las vías vencidas del pasado. Nuestra vida es una forma viva de volar, no somos seres del negocio sino de la utopía. ¿Y qué es la utopía profe? Es una forma de caminar, de ser fiel a los sueños, mi única militancia.
La escritura para mí es una forma firme de abrirme paso, de comprometerme. Si han de juzgarme que sea por mis acciones de luchar y ser feliz de ser de lo que pudiera ser y no ha sido. De ser de lo que será.
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