Cartas | Entre Dos Aguas | Por: Juancho José Barreto González

 

El profesor Jacinto Peña me pide le envíe un breve audio sobre el impacto de un personaje inventado en Trujillo hace algunos años. En 39 segundos digo «Dionisia Santos Moreno es un ejemplo de cómo una invención puede ser convertida en verdad sólo si existen mecanismos de poder, grupos de poder que la conviertan. Esto sólo es posible, la intervención de la mentira como verdad en la sociedad, en la región, si existen esos mecanismos de poder. A estos hay que denunciarlos como falsearios, incorporan estos tipos de elementos y la hacen pasar como verdad».

Es decir, para que un cuento chino se convierta en un cuento chino, debe escribirse, contarse, circular tal como actúa cualquier mensaje en su circulación. Pero la cuestión del asunto está en cómo un cuento chino, que cualquiera puede escribir en su delirio tremens, pretende convertirse en un relato histórico, es decir, en un relato verdadero de un hecho verdadero. De tal manera, el autor del cuento chino un buen día se dirige a la oficina del poder donde hacen este tipo de cosas. Allí se acuerda el decreto: «Este no es un cuento chino, fulanita no es una invención, existe porque existe». En esa orgiástica reunión se consagra con tinta tan extraordinario evento, es decir, existe porque existe. «Nómbrese con ese nombre a algunas instituciones públicas, créase una orden con ese nombre y publíquese tan magno cuento chino en miles de ejemplares y repártase por los caminos y senderos». Así funcionan los mecanismos de poder, hasta por la boca de un presidente se escuchó decir «murió valientemente en el campo de Carabobo».

El delito no es el del caga tinta, sino, la conversión de ese excremento en patrimonio de la memoria. La gravedad de este asunto no ha sido atendida por quienes legalmente se atribuyen el papel de cuidadores de la memoria. Unos y otros aparecen de vez en cuando para convertir la historia en un circo apropiado lleno de payasadas como si esta fuese «el sistema de simulaciones para apropiarse del pasado en nombre de un presente esplendoroso».

Cualquiera puede escribir un cuento chino pero, no cualquiera puede convertirlo en verdad impuesta. No pretendo abrir más una herida de las tantas que tenemos. No soy de esos que viven de la cizaña para lograr prebendas y dinero mal habido. Debemos activar en todas partes el cuidado de la memoria, no necesitamos invenciones para apreciarnos como pueblo histórico y reconocernos en un proceso difícil y delicado de acercamientos y distancias donde los cagatintas y sus dueños siempre pretenden «arrimar la sartén a su candela».

Todo debe ser colocado sobre el mantel de la realidad para saber quiénes somos. Los traficantes de la historia acostumbran manipular «lo que tienen a su alcance» para convertirla en un abecedario aletargado de fechas e invenciones. No hace falta, historia nos sobra pero, nos falta miradas.

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