Venimos ensanchando el camino para que la peregrinación por esta casa llamada Trujillo lo tenga como un habitante despierto y amoroso. Vamos descubriendo la urdimbre de los tramposos mientras tejemos el último silencio, la última furia de los callados. Así, de tal manera, le quitaremos el poder a quienes merecen todos los epítetos pero no merecen más poder.
Los caminos nos van reuniendo. Las veredas reciben nuestros pasos. La peregrinación viene de lejos para reunirnos como pueblo en la posibilidad cierta de ser gobierno aquí y ahora. Somos trabajadores de la reunión de los olvidados de la tierra, de los que no olvidamos, de los que queremos idear y lograr nuevas formas de asociarse para no perdernos como pueblo.
Cerremos el cuarto del pasado y construyamos una nueva habitación de la casa asoleada por una nueva respiración. Darnos el poder para poder salir de las crisis, para equiparnos de los instrumentos urgentes y definir las acciones inmediatas. El poder puede cambiar de manos si queremos que así sea.
De tal manera, trujillanos, tenemos entre nuestras manos el reloj de la historia. Ya revisados algunos desperfectos, sus agujas se acercan a la coincidencia del acto y la historia. Usted que me lee y escucha, usted que ha visto las cosas que yo he visto, usted que sueña mis sueños y cabalga hacia el horizonte de lo posible trujillano, usted puede si quiere.
Se trata de nuestro pueblo y su porvenir. No podemos seguir entregando nuestros asuntos más delicados a los traficantes suspicaces y bufones, demócratas y revolucionarios de pacotilla que tienen a Trujillo y a Venezuela como un negocio redondo.
Este 21 de noviembre Trujillo debe pasar a ser propiedad de todos los trujillanos. En este acto hagamos historia.