Cartas | El planeta es mío y el cosmos  | Juancho José Barreto González

 

La Libertad es un concepto tan amplio. A veces quizá nuestra mente nos da una falsa concepción de lo que es la Libertad. En el ámbito político no nos hemos sentido libres. “Yo quiero ser libre, cuándo llegará ese momento en mi existencia”. Estas palabras, entre otras tantas, las recibo después de publicar “Choque de tiempos”. Recalca nuestra dama lectora su admiración por la frase “no existe soberanía nacional si no hay soberanía personal”.

Mientras más amplio sea un concepto, más serán los hilos comunicantes que nos lleven a su búsqueda. A la vida misma. He escrito “hilos comunicantes” para tejer una nueva conversación entre nosotros, donde la franqueza desplace la devoción por el excentricismo clásico del poder o de los poderosos que se pelean y se acuerdan por el poder. Un cuerpo parlante que se habla y habla con franqueza puede que se encuentre a sí mismo. Este encontrarse podría ser el momento del descubrimiento emancipatorio de la soberanía personal. “Yo soy mi propio gobierno, las venas mías son mis ríos de sangre, de agua y de leche, como los tres ríos místicos subterráneos que atraviesan mi ciudad”.

Es más, el planeta es mío y el cosmos. Los hilos comunicantes no son amarras, son alas. Con ellas volamos para decir al ser en la tierra y en el cielo, para reinventar sus cantos y sus versos, para nadar por sus laberintos de lunas. Mi patria arriba es la conjunción de todos los pueblos en sus luchas más íntimas por ser “no sobre el pesar de otros pueblos”.

No me importa quien esté en el gobierno, quien pretenda manipular, quien se olvidó de sumar, quien divide para multiplicar prebendas. Significa mucho para mí el desafío, la grieta, la rendija por donde entra la luz para ser y alumbrar. El trajinar de los soñadores desamparados, del imberbe Simón Bolívar y de mi abuelo Pedro González, el ímpetu novedoso de mis estudiantes capaces de incendiar la desmemoria y el olvido, pulcros, inocentes y rebeldes. Nos toparemos nuevamente contra todos los ejércitos, y el nuestro, invisible, buscando cercanías.

Vuelvo a escribir estas palabras del “Previario” de Derecho a la imaginación (2da edición, 2020): La distancia entre confusión, confesión y verdad se acorta. No son islotes desconectados. Hacia adelante el destino, sus desafíos. Se encuentra a sí mismo sin asombros, en silencio deletrea sus soles y sus llantos. Siente los trayectos, ha pasado el tiempo. Recuerda las Confesiones de San Agustín. El riesgo existencial vibra en las orillas de las palabras y un aire liviano sopla los andenes de las costillas: — “Se torna el mismo, totalmente el mismo que antes era, hasta en los detalles más insignificantes, y, sin embargo, se ha vuelto otro, pues la elección penetra y traspasa todo”.

Somos herederos de las tierras que Bolívar libertó. En la pared de la esquina quedó escrita esta condición que también sopla “los andenes de las costillas”. Resuena la frase, respira, late, palpita. No tenemos complejo de tropa colonial. No me importa quien esté en el gobierno, quien pretenda manipular, quien se olvidó de sumar, quien divide para multiplicar prebendas. Me importa ser venezolano de la independencia, de la trujillanía universal y rebelde. La energía constituyente de lo venezolano, de lo terrícola comprometido. No es una fuerza del azar, es una causalidad creadora que con extraña condición pone su gota singular en el turbulento río de la historia.

proyectoclaselibre@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

.

Salir de la versión móvil