Cartas | Crisis en el Nosotros | Por: Juancho José Barreto González

 

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Aquí y ahora, debemos hablar con franqueza y con valentía. Esta vez no se trata de salvar a un gobierno o de inspirar el regreso de una oposición que es y ha sido gobierno, ambos responsables directos de la estrategia invisible: dividir para reinar. Nefasta condición cultural de lo bipolar para disolver los espacios de la casa y conducirlos a lo inestable permanente, a la hostilidad aislacionista y a la lucha por la administración de los bienes de la casa al servicio de casas extranjeras y no al servicio de la independencia de la colonia y la estabilidad de la república.

La doctrina monroísta en sus distintas versiones ha doblegado con creces la doctrina de la patria americana. En lo interior de esta casa, ambas castas poderosas, se comportan desde la esquizofrenia y el cálculo político para aniquilar al otro, convirtiendo a la comunicación misma, trasladada a lo cotidiano, en un acto permanente de guerra, mientras el asalto al erario moral y material se ha diversificado como botín de esa guerra fratricida. Unos y otros, en esa defensiva de mutuo “odio ideológico”, diseminado en la vida cotidiana, apuntan y disparan sus fusiles cargados de enfermiza bipolaridad mientras la institucionalidad republicana se muestra incapaz de detener el saqueo moral y material jugando a aplicar la ley “en su mejor momento”.

Debemos ser sinceros en la evaluación interna de nuestra casa, de los daños que le hemos proferido. Para curarla debemos juntar a los mejores albañiles teniendo mucho cuidado con la actuación de los chapuceros. Los instrumentos para la reconstrucción de la casa tienen que ver con los aperos de nuestra cultura, de nuestra memoria y de nuestra iniciativa hecha comunidad. Los cañones de la piratería internacional apuntan sus satélites a los fortines y a los muros esenciales de esta casa llamada Venezuela.

Deberemos resolver si somos colonia o república. Ninguna forma de guerra debe ser aceptada al menos que sea para la defensa de la casa amenazada. Todas las formas de acercamiento deben ser exploradas. Ningún oficio debe atentar contra la patria humana. La política no es un altar para venerar dioses o imperios. Es un instrumento humano para valorarnos como conjunto y no como fragmento. En el umbral de cada habitación de esta casa debe producirse la reflexión apartando la discordia. No pasemos a la historia como Malinches o Efialtes. Quien se afilie a una invasión no es venezolano. Quien siga jugando a la guerra entre nosotros es anti venezolano.

Gobierno y oposición han hecho crisis en la primera persona del plural. Para volver a decir NOSOTROS deben tener la valentía del autoexamen de sus procedimientos. La mesa de diálogo del pueblo venezolano debe estar en el patio teniendo como mantel nuestra cruda realidad. No en el patio trasero como les gusta a algunos. No, el patio de esta casa grande “tiene cuatro esquinas”, está en el centro de la casa, “y en el centro tiene gallos y gallinas”. En obligante y urgente restablecer y mejorar el sistema de relaciones en nuestra casa amenazada. Esto exige, sin excusas, un drástico cambio en la mentalidad de la población de esta casa. Nuestra conciencia debe estremecerse para abrir bien los ojos y crear los espacios para superar la estrategia de los desencuentros.

Cada venezolano con sentido de pertenencia debe reflexionar en los umbrales de su casa humana. La guerra civil entre venezolanos existe como resultado de dos décadas de odio. Su vigencia es garantía de disolución de la república y la vuelta a la colonia.

 

 

 

 

 

 

 

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