Más allá de los utensilios usados para ocultar el escenario, luce la nación dividida, atormentada. La clase política ni es política ni es clase. La política es signo de debate, no de debacle. He dicho ya que Venezuela está atrapada dentro del esquema de la guerra entre potencias e, internamente, en una guerra entre venezolanos. Nadie es responsable de nada, ya es difícil identificar al mejor postor ante el peor impostor. Damos lástima.
Predominan los estrategas del laberinto, un forcejeo de aduladores y entreguistas curten los guiones de nuevos modismos mientras los verdugos de la dignidad nacional acuerdan los desacuerdos para volver acordarse. Unos y otros, metidos en un cajón ideológico, aparentan un conflicto que ha hecho del país un cuerpo para el vejamen. En un país como este país que no es nuestro, se vuelve subversivo “luchar por nuestros derechos”. Si esto es así, entramos a una nueva subversión. Tenemos derecho a los derechos.
La clase política que no es política ni es clase, con sus dos cabezas rimbombantes, quiere que sigamos con la guerra entre nosotros y sea eterna. Es un truco, una falsedad, una representación dominante y dominadora. Es el brote histórico más grosero de la división interna donde tanto la revolución como la democracia, ya uno no sabe, esgrimen sus argucias para que sigamos en el laberinto y no seamos capaces de “configurar el futuro”.
Si esto es así, a grandes rasgos, se nos plantea a los venezolanos grandes retos colectivos. Cuando digo a los venezolanos no excluyo a nadie, no tengo ni quiero tener ese poder. No es genérico decir que el país es nuestra propia víctima, todos nosotros somos víctimas de ese animal bípedo y bifronte que nos reprime y nos quita los ojos y la boca, nos ata las manos y nos produce miedo. Deprimidos y reprimidos aprendimos a pelearnos y a ser seguidores ciegos de un sacerdocio político mercantil que ni siquiera aprendió a defender la moneda nacional. Así se nos plantea el reto histórico de “luchar por nuestros derechos y configurar un futuro que no esté atado a las fauces de este monstruo bifronte que tiene como cuna un cajón ideológico que permite justificar la dependencia a fuerzas extranjeras y la guerra entre venezolanos.
Salirnos de esta cueva ideológica a la que nos condujo esta clase de bípedos bipolares es un reto interesante incluso para los bípedos bipolares. Darnos, en vez de golpes de Estado, golpes en la cabeza para que se abran las puertas que conducen a la reunión en el patio, con franqueza y con valentía. Detener de manera inmediata los atropellos a los venezolanos y detener, al mismo tiempo, la “clemencia criminal” de un Estado que ha sido incapaz de crear estabilidad mientras que perdona el saqueo múltiple de la nación y activa la entrega al postor de turno.
En este país, mi país, todos los proyectos han fracasado. Mire usted el fariseísmo dominante, la incomprensión entre nosotros. Hablo de los proyectos, no del pensamiento. Actuemos en función de encontrarnos, es posible ganarles a los estrategas de la división. Y para ello es necesario ensanchar los caminos y mirar hacia abajo, hacia arriba, hacia atrás y hacia delante, luchar por el derecho a tener derechos y configurar el porvenir. Falta mucho por andar y hacer.
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