Cartas | Colonia o república | Por: Juancho José Barreto González

 

 

Ningún venezolano es mi enemigo. Este pareció ser el sentido directo del decreto de Guerra a Muerte en 1813. Antes, en el Manifiesto de Cartagena (1812), Bolívar asevera claramente que la derrota se debió a la división interna y no a las armas españolas.

Frente a las técnicas usadas para la división de los venezolanos debemos empeñar nuestra creatividad para inventar y reinventar aquellas técnicas de la reunión que hagan posible la derrota de la invisible estrategia de los chapuceros de todos los tiempos: dividir para reinar. La guerra bipolar hace el juego a los dueños de los barcos, de los gobiernos y de las rutas de navegación. Irresponsable y cobarde salida para prolongar la guerra civil entre venezolanos. Si alguien, sea quien sea, invade a Venezuela, debe ser repelido con todas las fuerzas. Decía un olvidado y desconocido venezolano, “los acorazados no aceptan discusiones”.

Es un buen momento para quitarnos las mascarillas y abrir la ruta hacia nosotros mismos. Las palabras de Manuel Baldomero Ugarte, argentino, como si no pasara el tiempo, resuenan en su texto “La revolución hispanoamericana” (1912): “En la fácil tarea de adularnos a nosotros mismos, fomentando errores peligrosos, hemos empleado muchas de las cualidades que debimos poner al servicio de la observación y el mejoramiento de la vida americana. La sana divergencia patriótica que revela debilidades y deficiencias, no para exhibirlas sino precisamente para hacerlas desaparecer, puede levantar en los comienzos un revuelo hostil en el seno de países poco acostumbrados a la autocrítica y estragados por la lisonja, pero quien recapacite serenamente, verá en la inquieta vigilancia y en el examen severo de los factores que nos debilitan, una forma de patriotismo más útil que en la ciega aceptación y el obstinado cultivo de todo lo malo que nos rodea”.

Estas tierras, sus habitantes con alma y con memoria no les pertenecen a los conquistadores. Los muchachos de estos pueblos, estén donde estén, deben conocer el libro de las contrataciones para superar la trampa histórica de los chapuceros. En nuestra memoria ancestral y en las posibilidades futuras encontrarán mejores páginas escritas y por escribir para liberar la casa amenazada, la casa doble.

Los muchachos de estos pueblos tienen un reto frente a sí mismos y ante la historia dominante. Cambiar y cambiarla. Las formas asociativas y de reunión entre nosotros sería la clave para superar de una buena vez esa minusvalía cultural enquistada en la cultura política: la dependencia mental y espiritual.

Ningún ejército vendrá a liberarnos. Desarrollar distintas técnicas de reunión pasa por la superación de estas trabas que impiden la congregación de lo venezolano, su comunicación.

¿Están preparados nuestros muchachos para hacer el nuevo juramento de “Monte Sacro” y romper las cadenas que nos atan con la codicia del mundo? Debemos ser sinceros en la evaluación interna de nuestra casa, de los daños que le hemos proferido. Para curarla debemos juntar a los mejores albañiles teniendo mucho cuidado con la actuación de los chapuceros. Los instrumentos para la reconstrucción de la casa tendrán que ver con los aperos de nuestra cultura, de nuestra memoria y de nuestra iniciativa hecha comunidad. Los cañones de la piratería internacional apuntan sus satélites a los fortines y a los muros esenciales de esta casa llamada Venezuela. Deberemos resolver si somos colonia o república.

 

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