Cartas | Casa de cuatro esquinas (I) | Por: Juan (cho) José Barreto González

 

La crisis de todo tipo, la crisis, con bloqueo o sin bloqueo, con pandemia o sin ella, permite entre otras cosas, “olvidar” el amor, la relación franca, incluso otros sentimientos porque nos conduce a la competencia por el consumo,  especie de tranquilizantes que nos ayudan a creer que somos felices porque consumimos. Dónde se produce ese tipo de productos de ese modelo consumista que nos regala superficialidad y nos promete una especie de felicidad materializada en la acumulación del consumo. Por eso es que hay una tristeza por la ausencia de esa acumulación, por la ausencia de ese consumo. Ahora muchos pensamos que el ayer consumista era un mundo que nos hacía felices (éramos felices pero no lo sabíamos) una especie de engaño sobre el engaño del pasado, desgraciadamente nos llena de nostalgia frente a la ausencia de ese consumo por las crisis configuradas mayormente en el tablero estratégico de las potencias y de los gobiernos dependientes, como el venezolano, permitiendo que el tiempo de lo nacional y el tiempo de la comunidad sea un tiempo destinado a la sobrevivencia y a la supervivencia porque hemos sido incapaces desde las distintas fórmulas políticas que han estado en el gobierno, construir bases materiales que permitan la autonomía. Esta autonomía se garantizaría si se genera desde nosotros mismos. Por eso proponemos hablar de proyectos de emergencia, los proyectos populares de existencia digna donde se produzca nuestros alimentos, nuestro vestuario, nuestras medicinas, recuperando ese ánimo de participación, aumentarlo, instituyéndolo culturalmente, y despachar esta tristeza por el consumismo del pasado y nos conduzca a una cultura de producción y de consumo liberadora, desde nosotros mismos, para que no seamos totalmente dependientes de la “comunidad internacional” que ideológicamente se pone de acuerdo para cercar a alguien porque sencillamente X proyecto ideológico no puede dirigir una Estado y un gobierno.

Fundamental es rescatar lo que Mario Briceño Iragorry llama “Alegría de la tierra”. Volver a la tierra, volver a la agricultura como eje central abandonado e incomprendido como mundo cósmico que provee de una visión telúrica y de alimentos esenciales para la población, convertido en un despreciable sistema de explotación. El ser humano de la agricultura es aplastado por el ser humano de la cultura expoliadora urbana. Se establece el tiempo de la incertidumbre que, como sistema urbano en crisis, echando a un lado a este mundo de la agricultura convirtiéndolo en dependiente, viéndose hoy no como un mundo de vida sino como un sistema de producción. Un aporte extraordinario a la humanidad será recuperar este mundo de vida, la cultura de la tierra, la agricultura, y meter, como dice el poeta, nuestras manos en los genitales de la tierra para que esa relación sea esencia como visión del mundo que hace de la tierra nuestra aliada, nuestro alimento y nuestra existencia.

proyectoclaselibre@gmail.com

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