La sexta taza de café me la tomo con dos de mis consejeras. Una me dice con su frescura de hija mayor «debes hablarle más a los muchachos» mientras, la otra, con su sapiencia de mujer andina, exclama «nosotras forjamos los mapas espirituales de la vida». Estos sorbos de café tienen el poder imaginario de enlazar y comprender, viajar a través de la memoria y aterrizar en el suelo real de lo humano. También debo decirles, este es el momento de mi vida donde me siento más comprometido con el destino de mi ejido regional de nacimiento.
En un destello del amanecer le insisto a los carteros lleven a los muchachos esta carta, a todos los esparcidos como las cuatrocientas estrellas del antiguo cielo maya. También a las hacedoras de mapas espirituales, las del «Llanito de las Mujeres», más arriba de la montaña, más abajo de la montaña. Díganle tomen las palancas del ánimo y la rebeldía, del trabajo productivo y del canto.
Intento que mi palabra vaya adelante, buenos días, buenas tardes, buenas noches o buenas noches si es de noche y buenos días si es de día. Mi palabra no es un mí sino un «nos», un tejido de venas y sentimientos. Mis consejeras son nuestras, no mías de mí, mía de nosotros, plurales, diversos, dispersos, llendo para esa, pa´esa vamos. Nos sacudimos, un temblor del cuerpo, como a los quince años, una risa perfecta como a los noventa, muchas angustias a lo de hoy, cuentas por pagar, cuentas por cobrar, cuentos de caminos andados, por andar, por hacer, por ensanchar.
Andreina y Catalina hablan riéndose, dicen verdades sin herir. Viven, están vivas, no despachan, dicen vengan, vengan para acá, vamos a hacer, vamos a mover estos trastes, estos corotos estorban, aquellos nos servirán luego. Ir, venir a los puntos de reunión, inventar los proyectos para la casa libre, hilar fino, sin alharacas.
Me gusta jugar con la palabra «Ojear». Entonces, Ojeo las hojas/ las trae el viento. Releo de mi libro Casa Doble-Memorias breves de una casa amenazada: «Cuando el pueblo quiere el pueblo puede» era una de las consignas voceadas el 19 de abril de 1810. Podría decirse, no sin dolor, el pueblo ha querido, pero no ha podido. Tantos jalones en la historia de esta casa y fíjense como estamos. Vivimos un momento complejísimo, delicado. Una de las peores horas en cualquier casa del vecindario planetario. Es una obligación honrosa provocar el debate, generar espacios humanos para avanzar en la auto comprensión colectiva, debilitar la guerra civil prolongada…».
¡Ah muchachos de la vida, quinceañeros, veinteañeros, «divino tesoro» diría el poeta Rubén Darío, cómo hablarles para decirles son la maravilla si despiertan, si se adueñan de las palancas del tiempo y del viento, son la energía vital para derruir muros generacionales y chantajes. Ustedes no están para emprendimientos efímeros o seguir huyendo del país! ¡Ah mujeres, si pudieran levantarse y mover el reloj roto de la historia, y con su doble visión traspasar los laberintos, ser vientre y partera de la historia nuestra, esa pegada al día a día, esa que sacrifica tus manos y tu sonrisa, parir un nuevo día, un amanecimiento, un tapiz de nuevas relaciones!
Carteros de todos lados, díganle a viva voz a estas Rositas desconocidas que escriban la última carta de estos lados del tiempo y la primera carta de los nuevos, la andanza indetenible a la casa libre trujillana, una casa terrícola que le cierre las puertas a los ideólogos de la tristeza, de la muerte, de la mentira, ideólogos de lo que nos avergüenza.
Entramos a una nueva andanza, la reunión franca de lo trujillano para superar traumas, enfermedades, carencias y dominios.
Reciban mi abrazo desde donde se cruzan los ríos humanos!!
inyoinyo@gmail.com