Esta novena la escribo en el conticinio, el momento más silencioso de la noche. La escribo para llegar a otros con mi palabra. Estas son palabras empeñadas, adelantadas, van adelante de mí como compromiso y puente. Soy dueño de mis palabras porque va en ellas un compromiso personal. Es que nada deja de ser personal, todo pasa por ese «umbral» que se llama cuerpo, donde reside el mundo como cuerpo. Imagínense ahora, mientras llega el amanecer todo lo que cabe entre el cuerpo y la casa terrícola, soltemos las amarras.
«Unos bichos por el camino quieren distraerte, son expertos cerrando puertas y ventanas. Destruyen los puentes para que nos sintamos en el aire como moscas verdes desorientadas». Usted y yo somos dueños del amanecer, que de esta casa no se vaya la luna y entre por los cuatro costados el sol maravilloso. La poesía me enseña a abrir las ventanas plenamente, la política revolucionaria a construir la casa soñada, la colmena, la convivencia. El reloj de la novena es ahora una bicicleta donde va una señora triste a buscar el pan de sus hijos que mueren en silencio. No un carro portentoso de los aspavientos.
No podemos tener dudas como pueblo colmena, vamos en la bicicleta con la señora triste a buscar el pan de sus hijos que mueren en silencio, vamos pero cantemos, organicemos el horno donde el pan crespita, vamos pero organicemos los pedales del tiempo, hoy es mañana, que se enciendan nuestras piernas. Ustedes y yo somos esa señora triste o ese viejo sombrerudo sentado en una silla de mimbre como dice Aiskel la poeta. Levantarse de nuevo, ir a un mejor lugar, animarse, ir a la revuelta anímica, hacer una e-lección.
Quitémosle el poder a quienes les hemos dado el poder, adueñémonos del destino. Ese poder que le hemos dado o cedido lo utilizaron para desmembrarnos, para dejarnos sin membrana, en el aire, como moscas verdes desorientadas. Este movimiento es indetenible en la medida en que usted se convierta en un nosotros, y el Estado Trujillo en un pueblo dueño del territorio donde se asienta y de sus decisiones. Si Usted es un nosotros que quiere, nosotros podemos.
No necesito ir a su casa para convencerlo, basta con que en su casa cambie el ánimo.
Juancho José Barreto González
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