Esto ya no es un acto de rebeldía personal frente a los señoritos de Caracas. Este es un movimiento naciente de la trujillanía frente a los que horadan nuestros vínculos para convertirlos en harapos macilentos.
Tampoco es este movimiento un relámpago pasajero para negociar cargos con el gobierno y con la oposición, acostumbrados a atolondrar, vejar y asustar a quienes se atreven a levantar la voz contra los molinos de viento.
Menos aún somos calculadores de oficio, petulantes oportunistas que se arriman al mejor postor para garantizar efímeros futuros.
Venimos del lugar plural de los desencuentros, cansados de ver repetir el mismo cuento, aquel cuento de vamos a hacer. Cada ciclo de cambios es lanzado por la borda y termina siendo una quincalla de almas huecas y presumidas que, habiendo estado por largo tiempo en las esferas altas de la burocracia y el poder, llegan como si nada a burlarse de nuestras esperanzas.
Somos hijos del pueblo y en muchos de nosotros un nuevo amanecer es el mejor atractivo para desafiar esa burda jugada de los señoritos acostumbrados a maquinarias electorales y saqueos planificados en nombre de banderas derruidas por la deshonra y el deshonor.
Venimos desde lejos, venimos desde cerca, acabamos de nacer, recién abrimos los ojos o ya tenemos memoria de nuestros pasos y torbellinos. Pero todos, sea por X o sea por Y, nos abrimos paso frente a las angustias y a la muerte misma como si fuésemos un pueblo condenado a vivir de la penuria. Pues, desafiamos tal condena y a quienes nos condenan, retamos al miedo y miramos con hidalguía su rostro putrefacto.
El movimiento por una casa libre es el hilo invisible de los sentimientos y de la buena política para tejer el gran patio de la reunión. Quizá, incluso siendo bruscos como el relámpago, aprovechamos ese instante de luz para encender la gran lámpara interior que nos permita reconocernos y transitar hacia el encuentro que, no sin dificultades, nos permita, entre otras cosas, trujillanizar a Trujillo y venezolanizar a Venezuela.
Hemos dicho que, desde el inicio de esta admirable jornada por la reunión franca, recuperando una vieja consigna venida desde 1810, “Cuando el pueblo quiere, el pueblo puede”. Sumando desafíos, gestos y contribuciones, abriendo los ojos y ojeando las claves venidas de los cuatro vientos y desempolvando las mejores armas de nuestro honor, podemos y debemos convertir las elecciones regionales en un acto para reivindicarnos como pueblo, reafirmar nuestra unidad creadora para escribir una nueva página con las mismas manos prestas para esta jornada que nos obliga a deponer la división, la corrupción y el desencanto…
Este es un acuerdo gentil entre nosotros para detener a los piratas invasores, para cerrar el pasado de ignominia y comenzar a hilar y escribir el nuevo libro para pensar y hacer a Trujillo.
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