Es posible abrir un ancho camino, a pesar de la estrechez de esta hora gris, donde se vaya al reencuentro de Trujillo y sus mejores energías telúricas, históricas y culturales. Esta carta es una invitación a hacerlo sin dilaciones, desde la obligación de ser y pertenecer a este tejido regional de nacimiento, abriendo desde cada uno de nosotros un proceso de sinceridad frente a las divisiones sembradas en nuestro seno por quienes en nombre de una u otra bandera condujeron a la República a la desfiguración de su rostro.
Esta primera carta a Trujillo va dirigida particularmente a mis estudiantes, aquellos que durante treinta años me han escuchado decir “no hay que tener miedo”. También a mis maestros, guías estupendos para el conocimiento humano. Del ganchillo pensamiento de Mario Briceño Iragorry aprendí que la vida es una prueba estupenda para dominar el miedo.
Teniendo conciencia y dominio de nuestros actos, desde esta tierra amada, la cruda realidad nos reclama reunión para salirle al paso a los herederos del pirata Grammont que se han dado a la tarea de asaltar y saquear a Trujillo, unos en nombre de la revolución y otros de la democracia, quienes nos han conducido a una prolongada guerra civil entre venezolanos.
Por donde quiera que miremos prevalece la incertidumbre y la ruina mientras tales estrategas ofrecen acuerdos televisados y en rebatiña se disputan el festín del descalabro y la entrega de la soberanía nacional. Es una obligación moral abrir la gran sala para la reflexión, distantes de la maledicencia y las calumnias. Más que acusarnos unos a otros, importa más un movimiento que nos advierta sobre las necesarias técnicas de reunión para Pensar y Hacer a Trujillo.
Quiero invitar a los trujillanos, estén donde estén, a formar parte de la creación de este movimiento. Sin una organización trujillana y genuina no podremos desarrollar tremendo compromiso de reunir la fuerza creativa necesaria en esta hora singular. Su función cultural sería la creación de una región que nos reúna como hermanos y no como enemigos, la creación de un sistema de relaciones, aún rodeados de todos los inconvenientes habidos y por haber, con capacidad de materializar proyectos de emergencia que garanticen salir de la tragedia y de la dependencia.
En la disposición de ser útiles, sobresale la necesidad de apropiarnos de nuestra biografía, es decir, de nuestra vida y de nuestras decisiones. Los proyectos políticos de uno y otro lado han logrado fragmentar la casa nacional y su unidad es una ilusión televisada. “Se nos olvidó sumar” es la frase de un amigo para referirse a la división como estrategia dominante. Preveo en esta carta un modo de acercarse, crear la relación para afinar técnicas de reunión que nos permitan adelantar el camino de la invención de una forma de gobernarnos gentil y honesta. Descubrir nuevos caminos y rostros tiene la relevancia de sacarnos de lo que se repite y esto puede ser colectivo e inédito si nos atrevemos a participar. La casa, la familia, la gente toda lo reclama, demos los primeros pasos.
Como trujillanos propositores de esta iniciativa creadora hacemos entrega de la misma a quien quiera de múltiples maneras formar parte de este nuevo tratado a la altura de la dignidad de Trujillo. A través de la palabra actuante, puño y letra, alma y cantar de este enorme pueblo, convocamos a esta peregrinación admirable para, desde las invalorables fuerzas creadoras de la trujillanidad, abrir una nueva etapa y escribir viviéndolo el libro abierto Pensar y Hacer a Trujillo.
Apoyemos del modo más directo posible la creación de este movimiento como instrumento electoral y cultural útil para habitar de la mejor manera esta casa llamada Trujillo. Podemos tejer y entretejer mientras otros destejen. Los planos fundamentales y los materiales para la reconstrucción de esta casa deben necesariamente salir de la iniciativa trujillana. No podemos seguir esperando (…).
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