Cartas | Abrir la puerta | Por: Juan(cho) José Barreto González

Para inventar modelos es importante reconocer el fracaso contundente de lo que he denominado en mis escritos como cultura bipolar. En un giro de ojo de 360 grados nos daremos cuenta, otra vez, de la expoliación al planeta y de la vida que, en nombre del sistema de dominación operante, desafía a la vida misma. Da miedo vivir o vivimos con miedo. Entre mis propuestas quiero hablarte hoy de la casa invadida. No me refiero sólo al país como territorio habitado y/o abandonado sino a la propia casa, esas cuatro paredes convertidas en cueva humana. Siempre recuerdo al filósofo y maestro Isidoro Requena cuando señala “el forajido no tiene casa”. En todo caso, les hablo de la casa convertida en cualquier general del invasor invisible que a través de cables inalámbricos (sin alambres) se nos mete por los tuétanos y piensa, decide y actúa por nosotros. Otro sabio venido del arte, Salvador Valero aclamaba ¡Hasta en la alcoba nos han colonizado! Un largo proceso de desmemoria, la suplantación de la memoria aborigen, local, nacional, por bosquejos virtuales de comportamientos masivos y bipolares. Unos y otros claman con sus recetas y quieren marcarnos un horizonte seguro, garantizar nuestra asistencia, complicidad y esclavitud a sus modelos prehechos y fracasados. De uno de mis nuevos libros que pronto ofreceremos quiero ratificar la ética de mis cartas: Depositamos todo el compromiso posible en lo escrito e intentamos crear enlaces personales en las diversas expresiones para abrir la puerta hacia el mundo, para no pernoctar encerrado y, en la medida de lo posible, tomar la palabra y cederla para que sea de otros para escarbar en nuestro suelo cultural regularmente negado y oculto por los intereses mediocres de los poderes de turno. Pequeños aportes para construir un nuevo edificio cultural que no sea enteramente dependiente de los paquetes traídos a través de barcos cibernéticos-ideológicos de todo tipo (Dondequiera. Ensayo sobre el miedo, p. 9).

Debemos, lo considero un deber, despojarnos de los miedos y actuar con libertad y franqueza. Actuar con fraternidad hacia el ser humano humillado por el ser humano del poder bipolar efímero y enfermizo. Debemos, lo considero un derecho, abrir espacios de acercamiento e inventiva, donde el doble virus del miedo pandémico deje ser un instrumento de control colectivo. Abrir la puerta de la casa interna y hacer los primeros trazos para un nuevo sistema de relaciones que nos permitan vivir, actuar y pensar entre+nosotros.

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