Quiero en primer lugar darte un abrazo de hermanos venezolanos, herederos de las mejores energías para la emancipación y los sueños. Comprometidos con ello, cada uno a su manera, pero, confluyendo en la misma rueda histórica de la nación, me veo en la necesidad de escribir esta carta en este momento especial donde tal vez se esté construyendo una filosofía política del perdón y el diálogo entre venezolanos.
Pareciera una irrupción de mi parte. Tú fuiste artífice de mi liberación en el año 1993 cuando fui secuestrado por tribunales militares, e incluso, como lo has dicho públicamente, fuiste detenido varios días como forma de “romper mi aislamiento”. Ambos también sabemos que la libertad y la búsqueda del perdón tienen sentido como formas de dignidad para la construcción de un mundo mejor. La posibilidad de la reconciliación sería una buena estrategia para superar lo que he dado en llamar “la guerra civil prolongada entre venezolanos” sometidos a una constante “estrategia invisible de división” que ampara la cultura de la dependencia. Ya decía Simón Bolívar: “Ellos quieren la dependencia, nosotros la independencia”.
Traigo en esta carta varios nombres: Paúl David León Brillembourg, C.I: 27070425; Javier Enrique Mendoza Andará, CI: 26.191.144; Gerson Aparicio Morillo Hernández, C.I: 25.302.816; Eduardo Ignacio Madrid Vázquez, C.I 22.892.865 y Gustavo Adolfo Torres Zambrano, CI: 15.952.580. Los cuatro primeros son estudiantes universitarios y Gustavo Adolfo es profesor, todos integrantes de la comunidad del Núcleo “Rafael Rangel” de la Universidad de Los Andes en el Estado Trujillo, detenidos en Tocuyito después de los sucesos de julio 2024.
Tengo la obligación moral y ética de solicitarte trabajar la libertad de estos universitarios. Son compañeros de universidad, mis estudiantes y Gustavo, joven profesor quien fuese dirigente estudiantil, presidente del Centro de estudiantes de la Universidad “Simón Rodríguez” acá en Valera.
Considero prudente establecer diferencia y distancia entre estos universitarios y los perpetradores de crímenes contra la soberanía de la nación. En este caso, estoy pidiendo la libertad de quienes incluso han sido abandonados en su cautiverio al no ser por los familiares solidarios y profundos capaces de la compañía aún en los peores avatares de la vida. Tampoco la Universidad ha levantado su voz de protesta al no ser por destempladas declaraciones de quienes la dirigen y la usurpan.
Me niego a creer y a ver a la solidaridad fuera de las nuevas formas de relaciones sociales. Creo en ella como creemos en la poesía como el canto más antiguo de la tierra. Quizá todo esto se antepone al Derecho, pero lo supera en tanto que resulta antídoto contra la enfermedad del odio. La aplicación de una ley no puede desvalorizar el principio humano del amor a la humanidad y la solidaridad entre seres compañeros de la existencia como podría decirse desde la hermenéutica.
Estamos obligados querido hermano a superar esta guerra civil entre venezolanos. Necesitamos ejemplos y virtudes para ello. Necesitamos del juego parresiástico y ser capaces de decirnos la verdad y activar nuevas formas asociativas y simbólicas que nos lleve al patio de la conversación donde seamos capaces de escuchar a nuestros ancestros independentistas y a las voces que nos trae “la brisa del futuro humano”.
Recibe mi abrazo trujillano.
Martes, 10 de diciembre de 2024.
inyoinyo@gmail.com
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