Una noticia impactante, más no novedosa, me permite abordar el carácter de espectáculo, no espectacular, de la sociedad. Una mancha inmensa avanza y se va tragando los valores, ya quedan sólo los autobiográficos. Los valores autobiográficos son aquellos que me permiten apropiarme de manera crítica de mi biografía para asumirla de manera responsable.
El gran corrupto, la sociedad y sus integrantes, en el movimiento de esa gran mancha, son irresponsables porque son cómplices de la, para decirlo de manera perfumada, apropiación indebida de los dineros, el tesoro pues, de equis nación. De tal manera, la arquitectura jurídica, el esqueleto constitucional, se aplica, como le oímos decir a un personaje equis, “en el momento más oportuno”. Es decir, señoras y señores, como parte de la trama y el espectáculo, la justicia sólo aparecerá en las escenas escogidas por el poder de turno que trabaja las 24 horas del día.
El espectáculo anticorrupción aparece coherente y necesario, pero éticamente cómplice. La gran mancha es pública y notoria. Entonces, en la escena de turno, la noticia impactante comienza a llenarse de personajes perseguidos o apresados como si no pertenecieran a una sociedad fraudulenta que ha convertido al gobierno en uno de sus instrumentos preferidos. En vez de disminuir, la mancha crece. La mancha tiene toda una historia continua. La noticia impactante, en su narrativa y retórica, entonces, como parte de la trama de lo fraudulento, cultural y metida en los tuétanos de la sociedad humana, le da un carácter de novedad del cual adolece. Sin embargo, esta novedad falsa, se activa como forma de representación de la corrupción como evento fortuito, azaroso, del engranaje ideológico cultural que lo genera. El corrupto y la corrupción, como personaje y esencia de lo degradado, vive y se alimenta dentro de una sociedad degradada.
Así, de tal manera, la mancha que avanza, sirve de telón de un fondo eventual, azaroso porque es visto y se quiere ver como una obra de teatro transitoria donde unos actúan de justicieros y otros de villanos. Trama perenne de una sociedad sin ética, una sociedad eclipsada incapaz de trabajar los valores del honor humano, donde ética y dignidad, formas de vivir, van de la mano. La cultura de la corrupción, de manera genérica, no actúa aislada de la sociedad que le da cabida, la festeja y la celebra. Socialmente, todos estamos manchados. Pero, de cuando en vez, necesitamos lavarnos el rostro para no fenecer en la suciedad. Pero, como todo es falso porque es novedad, nadie aclarará la historia, aunque el relato policíaco y jurídico diga que “la justicia será implacable”.
Sólo es posible “enfrentarse a conciencia consigo mismo” como parte de la autobiografía comprendida, hermenéutica. La sociedad manchada, por su parte, colonizada por la cultura de la corrupción y del desparpajo, y del desafuero social, necesita e inventa sus operaciones de limpieza frente a la amenaza de unos delincuentes que usaron su poder para delinquir. La purga viene del purgatorio, un poder sagrado, a pesar de estar allí, limpiador. La justicia, justo en su momento, se engalana con un traje especial, magnífico, sobrevenida del Olimpo para poner orden a los seres mortales capaces de robar y demás especies. Entonces, todos, sorprendidos y obnubilados, escuchamos el grito bondadoso y heroico de ¡A luchar por la justicia!!!
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