Mi apreciada Rafaela:
Se me enciman infaustos interrogantes ya que desde los predios de nuestro lar nativo me comentan que has “muerto”. Me resisto a creerlo. No lo creo en absoluto porque tú nunca mueres y, más bien, siempre resucitas tributando carcajadas que se escuchan en todos los confines del globo terrestre.
De las ceremonias ecuménicas del altar Timoto-Cuica viene tu deslumbrante obra plástica, que ha sabido rescatar nuestros sueños ancestrales. De allí, tu encuentro permanente con dioses y deidades. Comes arepas con la Virgen del Espejo; rezas rosarios con José Gregorio, quien porta su alado sombrero y negro maletín. Entonces, llegan guacharacas cantando sus melodías.
Cuando me hablan de tu “muerte” vuela mi imaginación por los anales historiográficos de los inmortales. Veo a San Gerónimo caminando con su cabeza bajo el brazo, después de que fuera guillotinado en tempranos tiempos de la Inquisición, cuando Valeriano, Emperador de Roma (190-259 d.c.), desató una sangrienta persecución contra los cristianos. El pontífice romano había enviado al Obispo a la Galia (Francia).
El mártir avanzó, calmo, hacia Montmartre en la ciudad de París. Y él resucitó una sola vez, pero tú, en cambio, has resucitado varias veces.
Tú no necesitas que se cumplan las rigurosas prescripciones del derecho canónico, para ser beatificada o canonizada, porque nuestro pueblo ya te ha santificado y te ha elevado a las cumbres de nuestros ancestros.
¿Cómo puede “morir” quien -como tú- se burla de la muerte convirtiéndola en una obra de arte?
Se dice que resucitas. Yo también lo creo. Y resucitas en la perpetuidad de tu obra plástica, que está alojada en el corazón del común pueblo.
Me contenta saber que estás muy feliz en el Paraíso de Aleafar; el cadáver del amor nunca muere.
Y, según se dice, sueles resucitar con la parsimonia ritual del canto de los gallos. “La resurrección es una victoria revolucionaria porque con ella se da muerte a la muerte”. Esta sabia afirmación, del Presbítero Pablo Urquiaga, un verdadero Ministro de Cristo, calza perfectamente a tu existencia que se proyecta ad infinitum en los dominios de Dios. (Véase: Revista Todas Adentro. Edición 853).
Sé que has sido muy feliz, ya que naciste en la Mesa de Esnujaque, (1°noviembre de 1935), cuando se realizaban ceremonias religiosas, que recordaban al Padre Chés (Dios sol). En esos tiempos, la religiosidad se expresaba en los bailes de los Giros de San Benito. Me han comentado también que tus padres, aunque de origen italiano, solían unirse a aquellas cayapas danzarinas, y que tú las disfrutabas en sus brazos cariñosos.
Ahora habitas en la capilla que construiste en tu propio Paraíso, y la imagen del Cristo redentor, que tallaste con devoción, te cobija con candorosa mirada.
Mi admirada Rafaela:
Has escuchado en estos días, cuando se ha rendido tributo a tu legado artístico, el hermoso vals del eximio músico y poeta Luis Mario Madriz: “Subiendo viene ya por Las Trincheras / a ritmo de tambor el Santo Negro /…danzando los chimbangüeles una oración bendita/ que todo Betijoque se arrodilla al pasar”.
Y vas, enjundiosa, cantando coplas con el arpegio de tambores: “San Benito es negro / pero delicao / el que lo desprecie téngale cuidao”.
Continua, mi apreciada Rafaela, creando las obras de arte que brotan de tu memoria e imaginación: Niñodioses, Sanjoses, Sanisidros, Luisgonzagas, Sanjuanes.
Cuando concluya tu sueño enarbola la navaja y comienza a tallar, para que tu alma siga alumbrando prodigios de creación.
Tu filosofía me convoca cuando exclamas: “Lo mío es imaginario y es sentido, como la devoción, que usté no tiene que decirla, sino llevarla adentro metida como sentimiento”.
Cuando recibiste el Premio Nacional de Cultura (Edición 2004-2005) los miembros del Jurado estamparon en su dictamen que él se otorgaba a Rafaela Baroni “…en virtud de su amplísima trayectoria en ese quehacer artístico y en reconocimiento a la alta calidad de su imaginario, su prodigioso lenguaje plástico, pleno de hechizos y maravillamiento”.
Sobrada razón tuvieron los intelectuales y poetas Luis Alberto Crespo, Benito Irady y Heufife Carrasco, cuando emitieron tan justo pronunciamiento.
Que suerte tienes, mi admirada oficiante de iluminaciones, de haberte encontrado ya, en la bóveda celeste, con diamantinos imagineros de nuestra terredad: Ramón Palomares, Salvador Valero, Adriano González León, Eloísa Torres, Rafael Cabrera, Ana Enriqueta Terán, Antonio José Fernández, (el “Hombre del Anillo”), Pepe Barroeta, Antonio Pérez Carmona..! ¡Allá nos veremos!
Mientras tanto, me posterno reverente ante los reinos del díctamo real, donde comparto con la tribu tus artes de hechicera. Toco la ermita del enigmático Jumí, y vuelo en silencio hacia el Convite de Momoes que nos espera, cuando la brisa del aire no cesa de cantar.
Rafaela:
En el Paraíso de Aleafar, se Cosecha tu fértil siembra / cual colmena de ambrosía / y en tus manos ¡qué prodigios! / regalando profecías.
*Embajador / París, marzo de 2021