CARTA A MARIO BRICEÑO IRAGORRY  | Alexis del C. Rojas P.

 

Mi admirado y respetado Don Mario:

 

En este nuevo amanecer trujillano, viernes, 15 de septiembre de 2023, nos honramos al conmemorar un año más de su nacimiento (126 años), figura representativa de  orgullo y prestigio  en la “tierra de María Santísima” y de la sociedad en su totalidad.

Siempre es una complacencia  transitar la palabra luminosa de su escritura, al acercarnos a un ayer de considerable valor  que nos detiene a apreciar, con  hondura,  temáticas concernientes  al hombre y pueblo venezolano en su configuración geohistórica y sociocultural. Su pensamiento y palabra  permite al lector corporeizar hoy, su apasionante mirada y  prolongarla en las nuevas generaciones.

En esta ocasión, le comentó el acercamiento, aunque de forma parcial,  de su aporte novelístico  Los Riberas, obra  en la que me vengo dando el permiso de una lenta pero gustosa lectura, mientras los días corren sin tregua. Con la intencionalidad de provocar el interés en otros lectores y como es de su saber,  el texto recoge dos marcas características que correlacionan el plano temporal y  espacial de la obra y de su vida.

En primera instancia, es una  escritura realizada durante el exilio en Madrid, ya en desmejora de su estado de salud, alcanzando la corrección  para la primera edición en Caracas, 1958, poco antes de su sentido fallecimiento. En segunda instancia, es meritorio significar la apelación que hace de la memoria, de su imaginario para evocar y describir magistralmente los distintos escenarios, personalidades  y circunstancias  registradas   en el contexto geográfico de Mérida  donde se desarrolla la trama narrativa, por lo menos de las VII primeras partes de la sección: Un hombre;  región andina que vivenció durante sus estudios universitarios (1918-1921) con posteriores pasos eventuales y que para el presente escritural configura una vuelta al pasado.

Entre las tantas descripciones del paisaje merideño,  me encanta la alegórica antítesis que en las palabras elocuentes del merideño Miguel Fierro,  resalta la majestuosidad de las altivas montañas,  “-¿Y el Ávila? ¿Vale algo ese cerrito aplazado en los exámenes, cuando se le compara con esta sierra sin par, cuyas nieves el sol matiza mañana y tarde, para darnos la impresión de que Mérida cambia de corona como una princesa oriental?…”  Esa sola analogía alardea sin reparo la fastuosidad del paisaje de  la cordillera nativa de Alonso Ribera. Una obra que muestra, en esta primera parte, la realidad geográfica, económica   y la vida social  de Mérida  y sus páramos cercanos, de mediados del siglo XIX, donde se representan  varios conceptos fundacionales y generales que subyacen en la saga familiar Los Riberas…

Y permítame expresarle, Don Mario,  que esta escritura se emparenta en intencionalidad  con la narración  evocativa que usted hace  de su terruño geográfico, con la querencia de su pueblo natal, Trujillo,  unificado al genuino  amor e historia familiar, mediante una reminiscencia al pasado, a su mundo infantil,  hermosamente representada en el texto Mi Infancia y mi Pueblo (1951).

Con el ánimo de proseguir platicando, un poco  sobre su acto  creador deseo expresarle el enriquecimiento  personal que obtuve producto de la lectura del libro  Alegría de la tierra (1952),  en el que mediante un  progresivo paralelismo histórico y geográfico exalta los prodigios de la  tierra y la productividad del suelo venezolano desde la época colonial,  frente a la creciente crisis de la producción y economía agrícola,  tradición gastronómica y social, entre otros tantos aspectos de reconocida valía. Esta experiencia lectora, me detuvo a reflexionar sobre mi lugar de origen y no encontrando hallazgos en mi memoria, me remonté a la de mi padre, oriundo del campo, de una zona agrícola,  perteneciente al pueblo de San Lázaro, con peculiaridades significativas que hicieron posible la construcción de una historia infantil vivida en el primer viaje junto a él, a su lugar nativo.

En cada una de sus obras, la temática con marcas recursivas en la: venezolanidad,   tradición, ciudadanía, conciencia histórica-social, histórica-cultural; insta al conocimiento comprensivo y defensa  de un pasado memorable que en el presente histórico, merece cada vez más el  aprovechamiento y divulgación en los distintos espacios de realización humana.

Su visión ontoaxiológica  a la par  de la dimensión espiritual expuesta en su vasta obra  histórica literaria, nos permite resignificar nociones implícitas y explicitas sobre los complejos procesos acontecidos en el curso de la historia,  con el deber nuestro  de dar profundo y permanente valor a los hechos; pero sobre todo  procurar la continuidad de su legado bajo el estandarte de la humildad, la dignidad y la civilidad humana.

Don Mario, usted cumplió su  inquietante y elevada misión, será de nuestro empeño hacer eco a su profuso sentido de venezolanidad.

Desde este recinto, su siempre recinto amoroso, abrazamos su pensamiento, sentimiento y espíritu.

 

Alexis del C. Rojas P.

Valera, 15 de septiembre de 2023

 

 


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