Carlos Bolívar (El Chino). Un hombre de equilibrio / Pedro Frailán

Sentido de Historia

“Hoy recuerdo los muertos vivos de mi casa”

Octavio Paz

En estos días he recordado muchas imágenes de tantos encuentros que tuve en mi vida con el profesor Carlos Bolívar, mejor conocido en los albores populares como “El chino Bolívar”. Que como buen cristiano partió al encuentro con Dios y con su madre espiritual Nuestra Señora de la Virgen de La Paz, patrona de su ciudad. A ese lugar al cual él partió vamos todos.

Inicio con Octavio Paz, con los muertos vivos de mi casa, porque con él tuvimos una casa común, esa casa era la  casa de Copei. Que partía desde de la vieja casona de La Candelaria, antiguo Convento Santo Domingo Guzmán, lugar grandioso desde la colonia que el pirata Grammont respetó y no destruyó en el siglo XVII. En esa casa fue secretario General de Copei del Distrito Trujillo. Siempre me abordada el eminente profesor, copeyano, me preguntaba por el origen de mi apellido y yo no le sabía responder. La respuesta era, yo no sé, ese es de Jajó, me palmeaba y decía tenemos que averiguar.

Entraba a sesionar con las reuniones del comité distrital que era los martes, porque el comité regional se reunía los lunes a partir de las 05:00 pm. Recuerdo que la presidenta del partido en el Distrito Trujillo era doña María Sáez, y el representante de la Juventud Revolucionaria Copeyana nuestro era Edgar Soler.

Carlos Bolívar, tuvo muchas facultades, pero una referencia dominante fue como profesor. ¡Cómo un buen profesor!, de estatus, de seriedad, de disciplina y de modelo a seguir; fue director del liceo que lleva el epónimo del eminente trujillano de todos los tiempos, el sabio don Rafael María Urrecheaga de la Torre, en la ciudad de Pampán.

Hago memoria que una oportunidad recibió a un dirigente de Copei que fue padrino de una promoción de bachilleres, al Dr. Abdón Vivas Terán, en donde la atención fue de primera, igual que los discursos tanto del director como del padrino y la fiesta en la “Atalaya” también fue de primera, la “Avanzada Social” estaba de fiesta ¡Claro! Carlos no pertenecía a esa corriente política interna.

Otra dominante de su personalidad, donde transitó su vida fue por los senderos de la Democracia Cristiana, venía de una familia originaria de Copei, su padre don Rafael Bolívar, amigo cercano de otro, don Rafael Caldera, presidente de Venezuela en dos oportunidades, muy cerca de la amistad estuvo don Rafael Bolívar. En ese ambiente se fue desenvolviendo nuestro recordado amigo tenía que salir verde.

Pasaba el año de 1987 y los grandes partidos se preparaban para escoger sus candidatos presidenciales Acción Democrática tenía dos: el Dr. Octavio Lepage y el expresidente Carlos Andrés Pérez. Copei, tenía tres: «El Tigre»  Eduardo Fernández, el hombre de la “Democracia Nueva”, el Dr. Pedro Pablo Aguilar, su slogan era “Copei, somos todos” y el Dr. y expresidente Caldera, quien cabalgaba en la campaña de los 100 días de Santa Clara.

El Dr. Fernández, una gran imagen del partido, secretario General, parlamentario, un político de buena carrera, joven, escritor, académico, un buen orador y un hombre con una imagen de esperanza. Era un político del momento, representaba una nueva generación en política venezolana, se veía como la renovación de un país.
Estuvo de visita en el estado por varias ciudades, entre ellas la ciudad de Trujillo, hizo su acto político solo con los delegados del partido que escogerían al candidato en el Cinelandia, avenida independencia. Mucha gente apoyaba al joven candidato, el brindis fue en el Country Trujillo, gran cantidad de público inesperadamente en uno de los pasillos de este centro social, nos encontramos con el Dr. Fernández, el famoso Tigre. “El tigre, es el cambio” decía el slogan.

El profesor Bolívar tuvo la gentileza de presentarme al precandidato que más adelante se transformó en el candidato, además el profesor le hizo una referencia mía como dirigente juvenil. Para ese momento los más destacados dirigentes del eduardismo en Copei Trujillo eran Francisco Fernández Galán y Carlos Bolívar, de esa elección salió a ser diputado a la Asamblea Legislativa del estado, venía de ser concejal del partido del Distrito Trujillo.

De ahí en adelante tantas veces conversamos de política con el Dr. Fernández, de nuevo recuerdo que desayunando en su casa, nos comentó la conversación que tuvo con el presidente Chávez en el paro petrolero, el Dr. Eduardo nos hizo un análisis de la situación país. En otra ocasión, creo que del aniversario del partido o del Ifedec, hicimos un foro recordamos y un homenaje a nuestros candidatos presidenciales.

Walter Aranguren habló de Dr. Rafael Caldera, José del Carmen Montilla de Lorenzo Fernández, Ramón Beltrán Espinoza de Luis Herrera Campíns, Jhony Araujo, de Oswaldo Álvarez Paz y Carlos Bolívar de Eduardo Fernández. Al tiempo vino de nuevo a Trujillo, Eduardo, y viendo el afiche, me preguntó delante del Chino, ¿Cómo había estado él representado? Y le dije que deficiente. Solo de echadera de bromas, por supuesto que muy bien por su compadre del alma.

Son tantas las cosas que se pueden encontrar del “Chino Bolívar”, un hombre de equilibrio, ameno de trato, del buen conversador, gustoso de las anécdotas, de los sentimientos trujillanos; fue precandidato a la gobernación, sano en política y tantas cosas que no se nos agotan las palabras. ¡Qué bueno!, que nos encontramos en una misma casa. En este momento recuerdo a Gastón Bachelard en “La poética de espacio” y nos dice: “Los recuerdos de todas las casas que nos han albergado y más allá de todas las casas que soñamos habitar, ¿Pueden desprenderse de una esencia íntima y concreta que sea una justificación del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegidas? Nuestra casa, esta cimentada en los valores del pensamiento cristiano y con mucha historia, profesor Bolívar.

Desde este espacio que nos corresponde seguir, recuerdo al Padre Ignacio Larrañaga en su libro Encuentro. “Dios mío, Señor de la Historia y dueño del ayer y del mañana, en tus manos está la llave de la vida y de la muerte. Sin preguntarnos, lo llevaste contigo a la Morada Santa y nosotros cerramos nuestros ojos, bajamos la frente y simplemente te decimos: está bien. Sea. Silencio y Paz.»

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