Carlos Vignolo*
Hemos escuchado ya muchas veces esto de que “las crisis son oportunidades”. Ello es así, pero sólo cuando las crisis nos hacen tomar consciencia, y nos llevan a la acción. Cuando nos hacen tomar consciencia, en primer lugar, de nuestra inconsciencia social y la indolencia a que esta nos lleva.
La mega crisis actual es una gran oportunidad para empezar a ver el sufrimiento de otras personas, para ser más empáticos, comprensivos y compasivos. Una gran oportunidad para salir de la inacción y empezar a aportarnos al gran desafío de cambiar lo que tenemos que urgentemente cambiar: la pobreza, la brutal desigualdad, la falta de oportunidades, la mala educación, las pensiones de hambre, los bajos sueldos, la injusticia, los abusos, la segregación y marginación, entre otras lacras de nuestra sociedad.
Este es un buen momento también para tomar conciencia de nuestras patologías culturales y de sus consecuencias. Chile es de los países más desconfiados del planeta. Sufrimos de la envidia “chaquetera”, que también es frecuente en otras culturas. Somos machistas. No rankeamos bien en los índices de amistad. Nos juntamos con pocas personas, normalmente muy parecidas a nosotros y nuestras relaciones son poco profundas. Todo ello nos segrega y dificulta convivir. Me pregunto si también sucede en Venezuela.
Es fundamental que tomemos conciencia de que estas patologías nos impiden ser una sociedad realmente “humana”, con principios y valores compartidos, en que los derechos fundamentales de toda persona sean honrados y respetados. Lo humano no vive en nuestra forma exterior sino en nuestro ser interior y en nuestra actitud hacia los demás. El capital más importante para que una sociedad se desarrolle integralmente -no sólo económicamente- es el capital social, esto es, la capacidad de producir valor desde la interacción sinérgica, alineada, comprometida, responsable, colaborativa, respetuosa, solidaria, justa y amable.
Cuando la desconfianza es muy alta, no tenemos un proyecto común, nos comunicamos y colaboramos poco, no nos respetamos, no nos preocupamos y comprometemos con el bienestar de todas y todos, el capital social es muy bajo. Cuando el capital social es bajo ni la democracia ni la economía ni la cultura se desarrollan y hacen sustentable.
El bajo capital social no sólo genera una sociedad feble y vulnerable. También genera personas con bajo capital social individual. Y el capital social personal correlaciona positivamente con salud, longevidad, bienestar integral, capacidad de recuperarse de crisis personales e incluso con el nivel de ingresos.
No es extraño entonces que tengamos altos índices en depresión y enfermedades mentales en general. Es fundamental, por último, que tomemos consciencia de que, si sólo enjuiciamos y culpamos a otras personas y esperamos, normalmente de esas mismas personas, que nos hagan salir de la crisis, estamos contribuyendo a agravar la crisis. Sólo saliendo de esa postura de “opinólogos” y “comentaristas”, saliendo de la resignación, abandonando nuestra zona de confort y, lo más importante, tomando acción, estaremos contribuyendo a transformar la crisis en oportunidad. Sí: “No hay mal que por bien no venga”. Pero el bien no viene, lo generamos entre todas y todos.
Empecemos ya, en la casa, en el barrio, en el colegio, en la empresa, en el club deportivo, en el restaurant, en las organizaciones sociales, los medios de transporte y otros lugares públicos, al interior de las organizaciones políticas y de gobierno, etc. Practiquemos el escuchar empático y el conversar con la mente abierta, especialmente con aquellas personas que piensan diferente. Seamos un ejemplo de participación ciudadana. Colaboremos activamente en la generación de capital social y en hacer de esta mega crisis del mundo entero- una oportunidad para Venezuela.
Seguiremos conversando…