La conformidad cultural (o normativa), la decisión racional y el estructuralismo son paradigmas que explican el comportamiento político (Knoke, 1990); sin embargo, la perspectiva estructural es la menos aceptada y estudiada por politólogos y sociólogos. En realidad, el estructuralismo no se opone sino más bien abarca y complementa a las otras dos perspectivas, por eso nuestro interés en profundizar en su aprendizaje. A nuestro entender y coincidiendo con el referido autor, lo cultural, lo racional y lo estructural del comportamiento político debe verse de manera integral, conformando de ese modo una perspectiva que permitiría comprender mejor las organizaciones políticas, analizándolas como redes de interdependencias sociales que incluyen al ciudadano.
La observación fundamental que le hacemos los analistas estructurales a la perspectiva de la decisión racional es la concepción atomizada que tiene del actor social, haciendo abstracción del contexto social (estructura) y de las interrelaciones existentes, entre actores humanos y no humanos (artefactos técnicos) que conforman redes. La perspectiva estructural, por el contrario, argumenta la importancia que tienen las redes de conocidos y la necesidad de analizarlas (“incrustación”), constituyéndose en la “nueva sociología económica” (Granovetter, 1985).
La conformidad normativa se refiere a comportamientos que nos ayudan a ser aceptados por otros, evitando nuestro aislamiento o rechazo social. En otras palabras, es una aprobación de las normas sociales que ocurre al cambiar nuestras opiniones y muchas veces también nuestras actitudes, frente a situaciones particulares. Lo interesante es que podemos llegar a mostrar una conformidad pública en determinados contextos sociales, aunque en privado reaccionemos de manera opuesta. Igualmente, existe la conformidad informativa, en la cual nuestras actitudes intentan coincidir con las de quienes ejercen influencia sobre nosotros, porque pensamos que actúan correctamente. Tanto la normativa como la informativa suelen ocurrir al mismo tiempo.
La decisión racional —conocida igualmente como la teoría de la elección racional en las ciencias sociales—intenta explicar el comportamiento humano. En principio se trataba solamente de un enfoque económico, luego la ciencia política y la sociología lo hicieron suyos y hoy en día su uso es generalizado (Becker, 1976: 6, 8). Básicamente, el individuo busca optimizar sus decisiones (utilidad), al escoger la mejor opción entre todas las posibles. Este modelo de costo/beneficio, en la toma de decisiones, es el de mayor aceptación en los estudios del comportamiento político, porque los actores sociales siempre se guían por sus intereses, es decir, sus objetivos y metas.
Recordemos que es sólo elaborando mapas de poder como se puede determinar quiénes son los verdaderos líderes de una organización política, más allá de su estructura formal. En la red de relaciones interpersonales, construida con la Tecnología Social SAI, se identifican a esas personas por la posición de centralidad que ocupan. Se entiende, generalmente, por centralidad de una posición lo cercano que se esté del centro de los acontecimientos en la red, medido de distintas maneras, estadísticamente: Grado, Cercanía e Intermediación. Pretendemos entender el comportamiento político del ciudadano común, desde la perspectiva estructural (utilizando la experimentación o investigación empírica), no sólo de quienes participan en la actividad política.
Referencias:
Becker, G. (1976). The economic approach to human behavior.
Granovetter, M. (1985). Economic action and social structure: the problem of embeddedness.
Knoke, D. (1990). Political networks: The structural perspective.
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