Capital Social | El pluralismo como teoría política se opone al elitismo y al populismo | Por: José María Rodríguez

 

Cuando se habla de estructuras de poder predominan dos modelos, el de las elites (piramidal) y el pluralista (descentralizado). El primero es característico de distintos tipos de agrupaciones (sociales, políticas, religiosas, etc.), en las cuales el poder se concentra en pocas personas. En el otro modelo, muchos grupos, con intereses que compiten, comparten el poder de manera cuasi equitativa creándose, por ende, varios centros de poder político. Uno de los más prestigiosos ideólogos del pluralismo político es el Prof. Robert Dahl (1915-2014), politólogo estadounidense, con quien comparto su visión de la democracia (Dahl, 1989), porque no es elitista, ni populista.

 

 

La teoría elitista está sustentada en la homogeneidad ideológica y social de un grupo dominante que se cree intelectualmente por encima del “pueblo”, mientras que el populismo considera que la sociedad está dominada por una elite corrupta que debe ser desplazada por el “demos”. Esa polarización es perjudicial para la democracia. El pluralismo, por el contrario, se sustenta en la búsqueda de consensos de parte de grupos sociales heterogéneos y desde diversos puntos de vista (p.ej., ideológico, social y económico). El Dr. Dahl (1989) plantea que en democracia (y se refiere a “poliarquía” como umbral mínimo del ideal) debe existir: participación efectiva; decisión ciudadana; igualdad de oportunidades; capacidad para influir en planes de acción; e, inclusión.

 

 

La Constitución Española (1978), en su artículo 1.1 dice: «España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político». Obsérvese que al pluralismo político se le ubica al lado de la libertad, la justicia y la igualdad. Siempre se ha sabido que las élites de poder en los gobiernos son dañinas, pero en realidad poco se hace para desarticularlas porque no hay voluntad política. Es necesario, en primer lugar, crear conciencia ciudadana en cuanto al significado del pluralismo político y, luego, crear redes ciudadanas a nivel comunitario.

 

 

 

 

El verdadero liderazgo, compendiado en la ya famosa frase de Thomas Peters: “Los líderes no crean seguidores, crean más líderes”, juega un rol muy importante en el pluralismo político, para poder concebir una sociedad en la cual todos podamos ser líderes. Intentarlo será solo posible en escenarios de tipo organizacionales, por lo que debemos entender la diferencia entre una organización orgánica y otra burocrática. Nos concentramos en el primer tipo porque su diseño y construcción depende de la inteligencia colectiva, apoyado en metodologías como la sugerida por la Tecnología Social SAI.  A la otra forma organizativa (sobre la que no profundizaremos), se le conoce también como mecanicista, por inspirarse en el funcionamiento de una máquina.

 

 

 

Los partidos políticos, en Hispanoamérica, constituyen un ejemplo de organización burocrática que debe evolucionar, hasta transformarse en una de tipo orgánica. Otro ejemplo lo vemos en las formas de organización comunitaria. En ambos casos, ese tipo de organización mecanicista predominante abre las puertas al populismo. El resultado es una muy funesta combinación de elitismo y populismo que debe ser sustituida por el pluralismo político. De no ocurrir los cambios sugeridos en las élites de poder de los partidos políticos, las comunidades y hasta los gobiernos, los ciudadanos se verán afectados por la incapacidad de quienes debiesen trabajar en función de resolver sus problemas; por supuesto, con la participación directa y activa de los ciudadanos.

 

Referencias:

Constitución Española (1978). BOE número 311 de 29 de diciembre de 1978.
Dahl, R. (1989). Democracy and its critics.

 

 

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