Para algunos autores, ambos términos se refieren a conceptos muy similares. Inclusive, se les trata como sinónimos. Colectividad y comunidad, desde una perspectiva sociológica, deben ser palabras usadas con propiedad. Colectividad se refiere a un grupo de personas que se reúnen con un fin determinado, simplemente. En cambio, comunidad denota compromiso, reciprocidad, capital social y consenso, en un grupo de seres humanos. La base de esa comunión está en el compartir valores y costumbres, además de un sentido de identidad y posible pertenencia a un mismo lugar geográfico (p.ej., pueblo o ciudad) o “comunidad” virtual. La memoria colectiva es, igualmente, un importante componente de una comunidad que la diferencia de una colectividad.
En un barrio la gente se comunica, permanentemente, creándose de ese modo vínculos fuertes entre los vecinos. En ese tipo de comunidad, la información y el compromiso son los principales recursos que se comparten, entren quienes conforman las redes informales; pero, no los únicos, pues también se intercambian recursos materiales. Y, “la concesión de estatus por posesión de recursos valiosos promueve los intereses mutuos de la comunidad y de los actores sociales que participan” (Lin, 2001: 31). En general, son la cantidad y la calidad de los recursos (individuales y colectivos) de la comunidad (i.e., capital social), los que determinan sus opciones para actuar.
Otro tipo de comunidad, distinto al caracterizado por el arraigo a una localidad, se construye a través de la participación en proyectos (actividades), desde los más simples, como la realización de un viaje, hasta los más complejos, como la conformación de un equipo de béisbol. En ambos casos, se crea memoria colectiva con los aportes de todos los miembros de la comunidad y de manera articulada (recuerdos). En este enfoque, conocido en la literatura como presentista, “el pasado es una construcción social, moldeada casi en su totalidad por las preocupaciones del presente … las creencias, los intereses y las aspiraciones del presente” (Halbwachs, 1992: 25).
En sus etapas iniciales, en un clima propicio para la comunicación, las interacciones personales frecuentes y de cierta duración sientan las bases para compartir emociones y sentimientos que facilitan el intercambio de recursos sociales, siguiendo el principio de la homofilia. A esas formas (i.e., la sociologia de las formas de Simmel), se comparta o no la concepción “presentista” de la historia, indiscutiblemente, van añadiéndose memorias (comunes o colectivas), mediante esos procesos de interacción social. Luego, comienza la acumulación de capital social y la posibilidad de construir consensos, más probables en las comunidades, a diferencia de las colectividades.
La coherencia que resulta de las interacciones interpersonales, en una comunidad, producto de su potencialidad para formar capital social y generar consensos, puede ser medida y analizada, con ayuda de la Tecnología Social SAI. Generalmente, estas mediciones las hacemos usando dimensiones específicas del capital social, tales como: la confianza, las relaciones de amistad, el interés asociativo y el interés político. Al respecto, se proponen preguntas, para cada una de las dimensiones, por ejemplo: “En términos generales, ¿diría usted que se puede confiar en la mayoría de las personas o se debe ser muy cauteloso al tratar con la mayoría de las personas?” (Puntscher et al., 2014: 124). Existe, en la literatura, una gran variedad de excelentes preguntas.
Referencias:
Halbwachs, M. (1992). On collective memory. Edited by Lewis A. Coser.
Lin, N. (2001). Social capital: A theory of social structure and action.
Puntscher, S. et al. (2014). Social capital and collective memory: A complex relationship.
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