Vivimos inmersos en redes sociales de todo tipo, tanto reales (contactos de manera presencial, cara a cara) como virtuales (digitales, a través de Internet). Nuestras vidas están determinadas por esa multiplicidad de redes de relaciones, interpersonales e intergrupales, que han existido desde comienzos de la humanidad y que se hacen cada día más grandes y diversas, gracias a los avances tecnológicos. El individualismo en red y la sociedad red (Manuel Castells dixit) son el reflejo de la sociedad actual. Ante esa realidad, desde principios del presente siglo ha surgido la pregunta sobre la incidencia del Internet en la formación de capital social. El debate continúa, pero para quienes usamos la Tecnología Social SAI se trata solo de una interrogación retórica.
No solamente se construye capital social al interactuar con otras personas, en línea. Igualmente, lo hacemos cuando creamos, publicamos y distribuimos contenido por Internet (redes sociales, p.ej., Facebook, WhatsApp, etc.). Además, es posible utilizar redes especializadas, basadas en los intereses particulares de cada usuario. Tal es el caso de Goodreads, al permitirnos realizar intercambios de opiniones con otros miembros de la red, sobre los libros que más nos gustan y con respecto a nuestros planes de lectura pendiente. Esta magnífica alternativa nos proporciona la oportunidad de creación de capital social, porque permite promocionar nuestro propio trabajo.
Hace más de 20 años, cuando ya en los Estados Unidos mucho más de la mitad de la población norteamericana tenía acceso a Internet, existía una evidencia creciente de formación de capital social, a través de un compromiso comunitario. Ese comportamiento de la población “ha llevado a que la comunidad se incruste en redes sociales, en lugar de grupos [como tradicionalmente había ocurrido, pero ahora en menor grado], y al desplazamiento de las relaciones comunitarias, desde los espacios públicos hacia los hogares.” (Wellman et al., 2001: 437). Justamente, han sido las nuevas tecnologías y la expansión del Internet los facilitadores de esta nueva realidad.
A lo interno de las comunidades, se forma capital social tipo bonding o de “lazos fuertes”, basado en las relaciones interpersonales y las interacciones en línea, mientras que el capital social tipo bridging o de “lazos débiles” se crea al establecerse conexiones entre los grupos o clústeres de las redes sociales. Se facilita, de ese modo, “la difusión de información innovadora entre esos grupos … [Asimismo,] los participantes que tienen más capital social muestran mayor apego a los grupos, sentido de pertenencia e interdependencia con los otros miembros de esos grupos.” (Chen & Li, 2024: 3-4). Sentimos la necesidad de obtener información y poder intercambiarla.
El primer científico en visualizar el funcionamiento de los seres humanos como un individualismo en red fue Georg Simmel (1858-1918), al explicar “cómo las interacciones entre tres personas son fundamentalmente diferentes de las interacciones entre dos personas. Solamente con tres personas se pueden formar coaliciones (es decir, dos contra uno).” (Rainie & Wellman, 2012: 44). Además, sumado a los cambios producidos por la llamada “triple revolución: en las redes sociales, el Internet y la telefonía móvil … los efectos del individualismo en red podrían depender de los rasgos de la personalidad [actores sociales] y de los contextos ambientales.” (ibid.: 19).
Referencias:
Chen, M. & Li, W. (2024). Social capital development on interest-based networks: Examining its antecedents, process and consequences.
Rainie, L. & Wellman, B. (2012). Networked: The new social operating system.
Wellman, B. et al. (2001). Does the internet increase, decrease, or supplement social capital?
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