Capital Social | ¿Avanzan las sociedades latinoamericanas hacia la modernidad? | Por: José María Rodríguez

 

Para la ciencia, la evolución es un proceso. Lo es tanto para la biología como para la sociología; y, como tal, debemos poder medir su estado de desarrollo. Nos ocupa la evolución social y, en particular, Latinoamérica.  ¿Cómo saber si avanzamos rumbo a la modernidad? En la búsqueda de una respuesta, recurrimos a las teorías sociológicas de Talcott Parsons, a fin de identificar hitos en el proceso evolutivo, y encontramos en los llamados avances cruciales o “empujones” evolutivos el concepto que sirve de soporte a nuestro objetivo (Parsons, 1964): 1. Estratificación social; 2. Legitimación cultural; 3. Autoridad burocrática; 4. Mecanismos de mercado (dinero); 5. Orden jurídico; y, 6. Democracia. Nótese que estos son todos desarrollos de tipo organizativo.

En un marco evolucionista del cambio social, como el ideado por Parsons, desde las sociedades más primitivas hasta las más modernas o avanzadas desarrollan procesos que se fundamentan en la diferenciación estructural y en el incremento de la capacidad adaptativa de la sociedad. A través de un análisis comparativo de las sociedades, utilizando como base los avances cruciales ocurridos en las mismas, históricamente, es posible establecer una escala global con la cual se agrupen los sistemas sociales, por categorías: primitivos, intermedios y modernos. En el caso latinoamericano, podemos afirmar que no hemos llegado, plenamente, a niveles de modernidad.

Las sociedades primitivas son las de menor nivel de organización social y como mínimo deben poder desempeñar funciones básicas de tipo económico (recolección, caza y agricultura) y con limitada capacidad tecnológica (producción de alimentos y construcción de refugios), además de alguna forma de comunicación que posibilite la vida en comunidad, más allá de la estructura familiar. La religión o algún sistema de creencia es también un elemento primordial en la forma de integración de estas culturas primitivas que aún existen en algunas partes del mundo, usando un sistema de organización política muy básico. La posibilidad de que ocurra alguna forma de evolución podría ser como resultado del crecimiento poblacional y de la diferenciación social.

La segunda etapa en el proceso evolutivo corresponde a las sociedades intermedias, según el modelo de Parsons. El tamaño y la composición de estas sociedades varía mucho con respecto a la etapa primitiva, con el surgimiento de nuevas clases sociales y la ocupación en tareas de mucha mayor complejidad que la agricultura. La diferenciación es marcada, entre la gente más rica, con más poder y de más alto estatus social. La complejidad de los sistema social y político es mucho mayor, al surgir un sistema de estratificación y normas para el control social. En la antigüedad, en el gobierno de la República romana, los ciudadanos participaban en elecciones.

La conformación de un orden jurídico es la representación más fehaciente de la existencia de las sociedades modernas. La institucionalización de la ley marca la transición de una sociedad intermedia a una moderna, cuando ésta se sustenta en principios universales. Un sistema legal moderno, como el denominado “common law” inglés, argumentaba Parsons. El otro avance que consideraba como crucial es la Democracia, por su capacidad para crear consensos, con base en (Parsons, 1964): 1. Elección de los lideres por el voto popular; 2. Participación colectiva en la toma de decisiones; 3. Institucionalización de procedimientos electorales; y, 4. Participación voluntaria en distintas formas de organización política. La revolución educativa, juntamente con la revolución industrial y la revolución democrática son representativas de la modernidad.

Referencia:

Parsons, T. (1964). Evolutionary universals in society.

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