En Carvajal acontecía la década de los años 60 del pasado siglo con un servicio eléctrico exiguo para no decir casi inexistente. Tiempos cuando luego de cumplir con la jornada laboral y a punto de expirar el crepúsculo, en la parte delantera de las casas de familia era costumbre diaria sacar las sillas e iniciar la conversa familiar sobre algunas incidencias de interés colectivo, tales como historias y vivencias de pánico o sustos experimentados con motivo de apariciones de espantos durante la búsqueda de entierros.
Mi tío materno Jesús “Chuy” Ojeda, experimentado chofer de vehículos en el área del transporte público extra urbano, tenía afición e interés por estos temas, constantemente refería nuevas vivencias de su trabajo en carretera, y además era muy ducho en conocimientos sobre los entierros de botijas y señalaba que hay varios tipos de entierros, unos son de tierra, que son de tiempos muy remotos, siendo normal hallar en ellas prendas, joyas, monedas antiguas, cobre, plata y hasta oro. Quien llegue a tropezar con alguna de ellas, puede desenterrarlas sin mayores dificultades, pero antes de proceder a sacarlas debe investigar sobre su origen para evitar obstáculos durante este proceso.
Otras son botijas satánicas, debido a que sus propietarios, que son al mismo tiempo sus sepultureros en vida, sostuvieron pactos diabólicos, y al momento de fallecer se convierten en ánimas en pena que empiezan a buscar ayuda de familiares, allegados u otra gente poseedora de determinadas características para cumplir con el trabajo de sacarlos y ayudarlos a desenmarañar el trance por el que sus ánimas pasan. El contenido de estas botijas casi siempre es de joyas, oro, plata y huesos humanos, en estos últimos es donde está oculta la carga de maldad y malas intenciones. Por ser atractivas y seductoras, es recomendable tomar previsiones e investigar a profundidad, previamente, cualquier rastro que pueda indicar la presencia de estas.
Las señales que muestran la presunta presencia de botijas en determinado espacio se inician con la aparición de luces y extraños sonidos deambulando en los alrededores de un entierro, y el tiempo en que más se muestran es el de cuaresma, preferiblemente un viernes santo o días de luna llena. La conseja popular señala que estos son espíritus de personas condenadas porque en vida dejaron entierros valiosos, y como solo ellos conocían el sitio donde habían ocultado la riqueza, se llevaban el secreto de ubicación a la tumba. La leyenda cuenta que a partir del momento de la muerte del propietario de un enterramiento de este tipo, el espíritu del difunto empieza a desandar y enviar señales con luces y sonidos a la persona o personas escogidas para hallarlo; asimismo, quien o quienes asumen cualquier tipo de compromiso con el ánima en pena del dueño de una botija, debe cumplir fielmente con lo pactado, que puede consistir en determinada cantidad de misas o rosarios para que el difunto logre alcanzar el descanso eterno, y el elegido disfrutar lo obtenido.
Botijas en Carvajal
Quienes conocieron de vista trato y comunicación a Salomón Morillo, sostienen vivía en una modesta casa de tapiales con piso de tierra, techada con palma e instalada en el centro del terreno donde hoy están apostados la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús y el Liceo Rafael Quevedo Urbina de Campo Alegre.
Este señor tenía la fama de poseer gran cantidad de antiguas monedas de plata y morocotas de oro, las cuales sacaba periódicamente al patio de su casa y colocaba sobre sacos de fique para que se asolearan, y quien para ufanarse de su riqueza convidaba a sus amigos de extrema confianza, que no eran muchos, para que conocieran su patrimonio y de paso lo acompañaran. El hombre muere y, cargado de vanidad, le entrega cuentas fallas a San Pedro, llevándose a la tumba el secreto del lugar donde enterró su riqueza, surgiendo ese mismo día en Campo Alegre la leyenda sobre -el entierro de la botija de Salomón Morillo-.
Buscadores de botijas
Se cuentan por centenares la cantidad de personas con disposición a resolverse la vida con un golpe de suerte, muchos de estos personajes intentaron infructuosamente durante varios años situar el lugar donde supuestamente se encuentra la botija de Salomón Morillo utilizando múltiples recursos y avanzada tecnología de punta, estos atrevidos buscadores de tesoros, en medio de las gélidas noches, observaban el movimiento de luces intermitentes, también escuchaban el arrastre de cadenas, pasos y ruidos macabros, sentían presencias, susurros y voces, percibían celajes, llamaradas y hasta llegaron a ver la silueta del difunto, pero al final, lo más que consiguieron fue darse tremendos sustos, cuando a la oscuridad del sigilo nocturno, entre el susto y la carrera de rigor, ocasionalmente se tropezaban unos con otros.
Muchas son las historias que con el pasar de los años enriquecen el mito y la leyenda sobre la vasija de morocotas de oro sepultada por Salomón Morillo en el solar de su casa, algunos piensan e imaginan que el viejo ocultó el dinero bajo tierra, para protegerlo de la avaricia humana, otros dicen que aun después de muerto, lo resguarda y no consentirá que otra persona se haga rica y disfrute con lo que tanto trabajo le costó obtener en vida. “Lo que sí es cierto, es que hasta el sol de hoy nadie ha dado con el tesoro oculto de Salomón Morillo, esa escurridiza vasija sigue esperando por alguien que la merezca”.