Para iniciar esta conversación es justo comenzar por definir el significado de tiempo de crisis en el orden político y electoral. Como señaláramos en el anterior artículo, ello se traduce en la inexistencia de un escenario propicio para la actividad política y electoral en Venezuela que no provenga del partido de gobierno. Toda campaña política encontrará los obstáculos propios de un régimen que no tolera oposición de ningún tipo, privando la inexistencia absoluta del Estado de Derecho y el equilibrio de Poderes Públicos.
A este inapropiado cóctel debemos agregar una variable muy peligrosa para cualquier “democracia”: la pérdida de credibilidad del liderazgo, tanto del lado oficialista como del opositor en general. Hemos visto con desasosiego estudios de opinión cuyas tendencias son preocupantes para ambos sectores en un escenario electoral, donde la percepción mayoritaria del pueblo es que sus líderes carecen de popularidad. Quizá el rechazo del 80 % de la población hacia el régimen mitigue el impacto negativo hacia la dirigencia opositora, por lo que una campaña electoral tenaz es necesaria para lograr una ventaja táctica.
Una vez analizado el escenario y la realidad del entorno, vamos a observar una segunda variable en toda campaña electoral: las candidaturas. Para los venezolanos el liderazgo está muy maltrecho, lo que nos llevaría a pensar en una oportuna estrategia de participación electoral compartida, brindando un buen pedazo del pastel a destacadas figuras de la sociedad civil (“outsiders”). Pero la gran pregunta es: ¿Estaría dispuesta la oposición a compartir su banquete electoral en la búsqueda de exitosos resultados electorales luego de una larga dieta de urnas electorales? El tiempo de inscripciones de candidatos se agotó, no obstante, aun quedarían algunos días para realizar cambios en la oferta definitiva de aspirantes. Para comenzar con buen pie, las candidaturas deben ser producto de unas primarias y, si el tiempo no lo permite, consensos amplios y representativos de todos los factores de unidad. Pero ya esta bueno de nombramientos a dedo desde el cogollo central y permitir que las regiones hagan lo necesario para darse sus propios líderes.
Una tercera variable de gran importancia es el financiamiento político. Las campañas electorales destacan por sus elevados costos. La publicidad, los medios de comunicación, viajes, equipos de trabajo profesionales, asesores, logística, etc., demandan mucho dinero. Los partidos venezolanos al no recibir fondos públicos para operar deben recurrir al financiamiento privado en un país donde el sector productivo se encuentra en ruinas y donde el régimen ha criminalizado esta práctica como estrategia para asfixiar a sus rivales mientras que el gobierno hace uso y abuso del erario público para sus actividades políticas y electorales. La oposición debe pensar en alternativas viables para movilizar a sus votantes en caso de que éstos estén imposibilitados para hacer uso de su derecho de manera espontánea.
Una cuarta variable y condición sine qua non para una competencia electoral justa es la libertad y diversidad de medios de comunicación. La “revolución” se ha encargado de crear un ambiente indiscutiblemente opuesto al ideal. El régimen ha creado un imperio comunicacional absoluto, arrinconando, persiguiendo y censurando las voces de un periodismo crítico. Para transmitir su mensaje, la oposición debe hacer un titánico uso del contacto personal con el objetivo de lograr una exitosa promoción del voto a su favor. No obstante, no deben olvidar visitar continuamente los pocos medios existentes para persuadir al elector a votar por sus candidatos. El uso de de las Redes Sociales es vital para este objetivo.
Los objetivos estratégicos están allí a la vista de todo analista político si logra apegarse a la realidad política en cuanto a una matriz clara de Debilidades, Oportunidades, Fortalezas y Amenazas (DOFA). Es momento de que las Fortalezas y Oportunidades de la oposición deban ser aprovechadas en base a un objetivo análisis de las Debilidades y Amenazas y acompañadas de una buena dosis de ética y patriotismo por el Bien Común de todos los venezolanos. Afortunadamente en el sector de la auténtica oposición existen operadores políticos capaces de diseñar campañas electorales en tiempos de crisis sin necesidad de atropellar los objetivos tácticos y estratégicos.
Por ahora existen tres grandes actores en este proceso: el partido de gobierno y su Polo Patriótico, con mucho dinero y nada de escrúpulos; la auténtica oposición con la tarjeta de la “Mesa de la Unidad” con grandes aspiraciones y pocos recursos; y la “oposición institucionalizada” controlada desde el Palacio de Miraflores como freno o, como dijera magistralmente en días pasados Walter Aranguren (Democracia Participativa. 15/Ago./2021), “candidatos que se presentan como opositores y mediante el engaño a los electores les hacen creer que son opositores y tienen la muy triste misión de no ganar, pero sí hacer perder”.
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Por: Juan Carlos Peña Terán / Politólogo