El camino de la cruz se inició en Belén, luego del solsticio de invierno, sigue en el Gólgota tras el equinoccio de primavera y culmina en la resurrección tres días después. Jesús de Nazaret se preparó durante 33 años para lograr su propósito vital: redimir al género humano, mediante su pasión y muerte. Lograr la plenitud de su misión le exigió años de formación, silencio, oración, meditación y luego hacer pública su vida, predicar con la palabra y con su ejemplo, para luego de la entrega final, la transformación postrera y la plenitud, que nos lleva a que hoy luego de tres mil años lo estemos recordando.
Los grandes sabios de Oriente y Occidente coinciden en que a la iluminación se llega por los caminos del sufrimiento, la meditación y el conocimiento. Buda, Lao-Tse, Confucio, Homero, Parménides, Heráclito, Sócrates y muchos otros coinciden que la verdadera transformación exige sacrificio, estudio y silencio. Vino Jesús a vivir ese recorrido que también había sido anunciado por los profetas, desde Isaías.
El propósito de esta reflexión que con ustedes comparto, es llamar la atención que el sufrimiento que padecemos los venezolanos de este tiempo nos puede llevar a una transformación radical de lo que somos como nación, si sabemos obtener los aprendizajes adecuados, si meditamos, buscamos conocimiento y en el silencio necesario encontramos las opciones que nos lleven a ser mejores.
Esta es una situación límite capaz de producir milagros, si no nos quedamos en la queja inútil y buscamos la iluminación tanto en las enseñanzas de nuestra propia historia, las experiencias vividas por otros pueblos y si sabemos leer las palabras de los que sí saben indagar en la orientaciones de los grandes sabios y en los mensajes de la vida de Jesús, como la Conferencia Episcopal Venezolana, entre otros.
No tengo duda que el sueño de los fundadores de nuestra república iba por el camino correcto. Roscio, Isnardi, Mendoza, Miranda, Bolívar y muchos otros querían una república liberal, pero la reacción realista y la epopeya independentista desviaron hacia terrenos castrenses lo que debió transitar por los caminos civiles. A partir de allí los sueños de una república civil y civilizada se transformaron en una pesadilla de montoneras y caudillos, hasta descender a estos infiernos que padecemos hoy.
Nos toca retomar el camino de la cruz. Despertarnos a través del sufrimiento, y luego de estas dolorosas conmociones encontrar como pueblo la iluminación, para desterrar la barbarie y encontrar el camino de la ciudadanía civilizada, el trabajo honrado como única fuente de riqueza, la justicia y la paz. Muchas naciones han bajado al terror, y han emergido iluminadas hacia nuevas realidades. Pero han tenido que sufrir, aprender, perdonar y ser perdonados.
Esta crisis es una gran oportunidad para una transformación radical de Venezuela y refundar la nación sobre las bases republicanas liberales que nos lleven al bienestar. Si no aprendemos seguiremos el descenso a los infiernos. Pero si los egos y los miedos dan paso a la sabiduría, nos esperan largos y fecundos años de trabajo y bienestar. El camino de la cruz si inició en un humilde pesebre y culminó en la resurrección y la vida.