Calma, cordura y transición | Por: David Uzcátegui

 

En la compleja trama histórica de Venezuela, las transiciones políticas no han sido para nada extrañas. Muy al contrario, en la atribulada senda histórica de nuestro país, hemos cambiado de rumbo muchas veces. Unas con mayor fortuna que otras, unas con mejores resultados que otras.

Justamente por eso, no se trata de una palabra que deba sorprendernos. No nos es extraña como nación y la hemos enfrentado suficientes veces en nuestro pasado.

Las transiciones han sido momentos cruciales que definieron el curso del país. Al analizar estos episodios, es imprescindible considerar cada detalle, pues son los cimientos sobre los cuales se erige el futuro de la nación. Y por supuesto, el pasado es el mejor maestro para el presente y el futuro.

Uno de los hitos más destacados, que resalta la importancia de balancear la prudencia con la audacia en los cambios políticos, es el decreto de Guerra a Muerte del Libertador Simón Bolívar.

Este decreto, aunque en su momento pudo parecer una medida necesaria dadas las crueldades de figuras como Boves y Monteverde, ha sido objeto de críticas en la reflexión histórica.

La segunda República se perdió en medio de esa violencia, y Bolívar mismo cuestionó los beneficios de tal extremo. Es un recordatorio de que ninguna acción que emane de la fuerza descontrolada puede considerarse verdaderamente beneficiosa, por más justificaciones que se le atribuyan.

Sin embargo, Bolívar aprendió de estos errores y en su siguiente intento, optó por un camino diferente. Buscó la reconciliación y el diálogo, incluso compartiendo techo con antiguos enemigos como Pablo Morillo.

Este cambio de enfoque se materializó en el Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra en 1820, lo que le granjeó reconocimiento internacional y demostró su capacidad para liderar una transición hacia la paz. Morillo llegó a decir: «Mi antiguo enemigo me ha vencido en generosidad», una frase que retrata la evolución y la madurez del líder de nuestra gesta independentista.

Este ejemplo histórico nos enseña que las transiciones políticas deben estar marcadas por la voluntad de cerrar ciclos de violencia y división. Es un llamado a dejar atrás los odios y rencores que solo perpetúan el sufrimiento de la ciudadanía.

Bolívar, conocido con justicia como el hombre de las dificultades, perseveró a pesar de los obstáculos y nos dejó finalmente un legado de unidad y concordia que hoy más que nunca necesitamos recordar.

Un caso más contemporáneo nos lo ofrece la transición liderada por Eleazar López Contreras en 1935. En un momento de incertidumbre tras una dictadura de 27 años, a los cuales habría que sumar los 8 anteriores de Cipriano Castro, el llamado “ronquito” asumió el mando con la difícil misión histórica de conducir al país hacia una democracia que mucho había soñado; pero jamás había vivido.

Aunque provenía del mismo régimen autoritario que su antecesor Juan Vicente Gómez, el otrora ministro de Guerra y Marina supo entender el latido popular de las calles y comenzó una gradual apertura política, que de otra manera se hubiera visto descarrilada.

La movilización popular del 14 de febrero de 1936 en Caracas marcó el inicio de un proceso de cambio que, si bien no fue perfecto, representó un avance significativo hacia la democracia.

López Contreras flexibilizó el legado del gobierno anterior, permitiendo la participación de partidos políticos y recortando el período presidencial de 7 a 5 años. Fue un claro ejemplo de cómo la calma y la cordura que predicaba él mismo, pueden abrir paso a la transformación, sin caer en la revancha ni la confrontación.

En la actualidad, Venezuela enfrenta nuevamente la necesidad de una transición política. Después de décadas de conflictos y polarización, es urgente identificar los puntos de encuentro que nos permitan avanzar como sociedad. No podemos seguir atrapados en un ciclo de confrontación que solo nos lleva al estancamiento y al sufrimiento de nuestra gente.

Es hora de dejar de lado los odios y las divisiones, de buscar lo que nos une como venezolanos y trabajar juntos por un futuro mejor. La historia nos ha brindado ejemplos claros de cómo es posible transformar la adversidad en oportunidad, siempre y cuando prevalezca la voluntad de diálogo y entendimiento.

Demostrémosle a Venezuela con nuestro verbo y acción que estamos preparados para comenzar un nuevo camino sin odios ni rencores. Cerremos un ciclo que no ha traído nada bueno a ninguno de nosotros, ni a nuestros seres queridos, ni a nuestra patria.

Calma y cordura son las herramientas indispensables para poder navegar efectivamente hacia una transición inclusiva, que nos traiga paz, prosperidad y reconciliación entre los venezolanos. Así, de una vez por todas, podremos movernos hacia el mejor futuro que nos espera.

 

 

 

 

 

 

 

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