Para las damas de alta sociedad, la calle Vargas era la calle de la perdición, loca lujuria, de amores pasajeros pagados con buen dinero… Muchos encopetados valeranos le manifestaban a la esposa: “Mi amor, el viernes voy a viajar en asuntos de negocios, regreso el lunes”. Las mujeres, como Dios les dio un sexto sentido, intuían que el marido iba a echar una canita al aire en la famosa calle Vargas, donde estaban las damas más “buenotas” de toda la comarca.
Quienes conocieron la “calle del pecado” como la llamaban los curas de la época, dicen que, era otra Valera, sobresalía la música mexicana del legendario Pedro Infante. Los tangos del inolvidable Carlitos Gardel… Las primeras mujeres llegaron de la vecina Colombia, México, Argentina, en aquella Venezuela donde un bolívar se transformaba en 4:30 dólares… Bares como el Luky y el Camel, se hicieron famosos más allá de la geografía trujillana, los fines de semana, el lleno era total.
Las más conocidas meretrices fueron pasando de boca en boca en los corrillos valeranos: Marta, parecía reina de belleza. Elena, toda una princesa, Rosalba, su sensualidad era única… Sobresalieron: La muñeca, “la bicicleta”, “la aguja”, “La cebolla”…
La muchachada humilde que no tenía buen dinero para ir al Luky y al Camel, se conformaban con cancelarle 3 bolívares por sus servicios sexuales a “ La garifalda”, “La siete codos”, “La Toyota” . Aunque parezca mentira, en la Calle Vargas, que finalizaba en el Punto de Mérida, jamás hubo un homicidio; a ningún caballero lo enviaron al otro mundo” por el amor de una varguense. Los fines de semana lo que se destacaba eran las peleas a puñetazo de celosos mujeriegos que se disputaban el amor de Marta o Rosalba…
Los clientes con una “buena bola de bolívares” siempre buscaban a “La Nena “proveniente de París. “La merideña” no se quedaba atrás en eso de disputarse a los más adinerados, especialmente los agricultores que bajaban con sus cachetes colorados de los páramos de Jajó, La Mesa de Esnujaque y Timotes.
Un día hubo tremendo corre-corre, un comerciante que ya estaba “mascando el agua” se quedó dormido sobre los grandes pechos desnudos de la agraciada “Silla eléctrica” que era todo un “volcán” de sexo. Cuando llegaron las autoridades, se comprobó que el “bejucon” del mujeriego lo había fulminado un «paro cardíaco”, el hombre no aguantó “la tormenta lujuriosa”…
La envidia mata caballo…
Las damas de sociedad, no se quedaron tranquilas sabiendo donde estaban sus maridos gozando de lo lindo en brazos ajenos. Los curas les dieron duro a la calle del pecado. Altos funcionarios de sangre moralista aportaron su granito de arena. Y llegó el decreto gubernamental: los burdeles de la Calle Vargas tenían que marcharse con sus fiestas lujuriosas fuera de la ciudad… Nacieron otros espacios para el disfrute prohibido del negocio más antiguo del mundo.
Abrieron sus puertas nuevos burdeles en la dinámica y señorial Valera. El Arco Iris en La Floresta, fue el más famoso de todos… El que no tenía suficiente dinero marchaba para la Bajada del Río, “Cristo é lata” se destacaba en “mil atenciones” para los clientes. Allí, los obreros de la época gozaban a lo grande con sencillas prostitutas que no tenían cara de artistas, pero sabían cómo se “batía el cobre” en eso de complacer al hombre lujurioso… Las Pulgas, después de la Plata 2, atendía a pequeños comerciantes con la cerveza bien fría y damas expertas en tocar corazones…
El jueves 22 de junio, continuaremos con los sabrosos encuentros: La Valera de antier y de siempre, con llamativas anécdotas de la Valera hermosa. Ven y echa tu cuento. Los esperamos a partir de las 9: 30 am, en el auditorio de la Sociedad Anticancerosa.
Fuente consultada: “Hombres y tierra mágica”. Antonio Pérez Carmona.