CALIDAD DE VIDA NO ES CONSUMISMO | Por: Ernesto Rodríguez

 

La popular cantante española Rocío Dúrcal (1944-2006) en una parte de su canción titulada: ‘Tu Abandono’ lanzada al mercado en 1978, dice: “…Me abandonaste por no tener dinero (…) Tu abandono me enseñó que la pobreza vale más que la riqueza”. Ella cantaba bien pero la letra de esa canción solamente se puede calificar como una soberana estupidez…¡Por favor!…¿En qué cabeza cabe que la pobreza sea deseable?!!!.

Pero la contraparte es creer que un exceso de riqueza garantiza la felicidad. Las evidencias indican que eso tampoco es cierto. Según diversos autores la cuestión: ¿Qué es verdadera riqueza? es mucho más compleja de lo que parecería a primera vista. En primer lugar el poeta persa Saadi Shirazi (1210-1291) en su obra: ‘Gulistan’ (El Jardín de las Rosas) dijo algo muy importante: “Las riquezas tienen el propósito de alcanzar el bienestar en la vida pero la vida no tiene el propósito de acumular riquezas” (Capítulo VIII titulado: ‘De los Deberes en la Sociedad’).

Lo que dijo el poeta Saadi Shirazi es muy acertado…¿Para qué acumular y acumular riquezas si no sabemos o no queremos hacer algo beneficioso con ellas?…Acumular y acumular riquezas como un fin en sí mismo sólo conduce a la miseria moral humana.

El filósofo británico Julian Baggini (nac. 1968) es uno de los filósofos más admirables actualmente y en un artículo en un periódico británico (1) refiere una investigación que hicieron Eugenio Proto de la Universidad de Warwick y Aldo Rustichini de la Universidad de Minnesota. Ellos analizaron la relación entre ingresos y bienestar, y concluyeron que el bienestar promedio aumenta con el ingreso promedio solamente hasta un nivel de unos 37.000 dólares per cápita, por año. Después de ese pico el bienestar disminuye. Proto y Rustichini sugieren que cuando el ingreso supera ese valor mencionado, entonces surgen aspiraciones más grandes debido a la existencia de más oportunidades para gastar o debido a la comparación con los que tienen aún más. Pero esto ocasiona una competencia entre aspiración y realización, es decir, una lucha entre lo que deseamos y lo que realmente podemos lograr, y entonces, cuando logramos menos de lo que deseamos, el resultado psicológico es una frustración. Baggini señala que la causa del problema radica en que en las sociedades occidentales desarrolladas y consumistas, muchas personas no saben convertir la riqueza en auténtico bienestar. Entonces la solución estribaría en que las personas aprendan a emplear sus riquezas de una manera acertada sin incurrir en un consumismo desenfrenado por la manipulación de las propagandas que está condenado de antemano al fracaso. Eso que dice Baggini podemos relacionarlo con lo que los antiguos griegos, entre ellos Aristóteles (384-322 A. de C.), llamaban ‘eudaimonia’, un término que ha sido traducido frecuentemente como ‘felicidad’ pero actualmente esa traducción se considera insatisfactoria. Más bien se considera ahora que ‘eudaimonia’ expresa el ‘florecimiento y desarrollo de todas las virtudes y potencialidades humanas’.

Ciertamente, el consumismo no proporciona felicidad. En psicología está muy bien estudiado que cuando una persona satisface un deseo, como por ejemplo ganar la lotería, o alcanzar una meta anhelada, la dicha dura un tiempo y disminuye hasta que ese deseo satisfecho es sustituido por otros nuevos deseos. El psicólogo canadiense Philip Brickman (1943-1982) y el psicólogo estadounidense Donald T. Campbell (1916-1996) en el año 1971  acuñaron la expresión ‘el molino hedónico’ (del griego ‘hedoné’: placer) para describir ese proceso mental del humano que desea continuamente alcanzar nuevas metas placenteras (2). Dicho sea de paso, Philip Brickman tenía una brillante carrera profesional y sorprendió a todos sus conocidos cuando se suicidó a sus 38 años lanzándose al vacío desde el piso 26 de una elevada torre.

Por eso, el estadounidense-israelí Daniel Kahneman (nac. 1934 en Tel Aviv), Lic. en Psicología y Matemáticas, que en el año 2002 compartió con Vernon Smith el Premio Nobel de Economía, planteó que el consumismo no conduce a la felicidad debido a tal ‘Molino Hedónico’, porque ocasiona una insatisfacción perenne que proviene del consumo de bienes materiales. A medida que las personas ganan más dinero, aspiran a vivir con más y más lujos, lo cual nunca llega a satisfacerles. De ahí la expresión ‘Molino Hedónico’, porque el consumismo conduce a una perenne espiral de: ‘Deseo-Satisfacción transitoria-Insatisfacción’ que nunca se termina (3).

Entonces eso significa que el modo de vida en las sociedades opulentas basado en el consumismo de bienes materiales, además de no conducir a la felicidad, está causando la destrucción ecológica del planeta.

Pero lo más curioso es que desde hace siglos muchos filósofos ya se percataron de que el consumismo no conduce a la felicidad. Podríamos citar muchos ejemplos, pero quizás baste con citar al eminente filósofo griego Sócrates (469-399 A.de C.). Por ejemplo el famoso biógrafo griego Diógenes Laercio (aprox. Siglo III A.de.C.) en su obra: ‘Vidas y Opiniones de Filósofos Eminentes’, en su biografía del filósofo Sócrates refiere que Sócrates en una ocasión dijo: “Cuántas cosas hay que no necesito” (‘Vida de Sócrates’, Sección IX).  Entonces podemos preguntarnos: ¿Qué diría Sócrates si anduviera por un gran centro comercial en el cual se induce al ciudadano a consumir muchas cosas innecesarias cuyos desechos contaminan el ambiente?.

Por otra parte, también tenemos que analizar cuidadosamente las metas que nos proponemos lograr. El escritor y dramaturgo irlandés George Bernard Shaw (1856-1950), Premio Nóbel de Literatura en 1925, en su obra de teatro: ‘Hombre y Superhombre’ (1903), presenta al personaje ‘Mendoza’ que dice: “Hay dos tragedias en la vida. Una es no lograr el deseo de tu corazón. La otra es lograrlo” (Acto IV). Se piensa que G. Bernard Shaw se basó en la obra de teatro: ‘El Abanico de Lady Windermere’ (1893) del escritor irlandés Oscar Wilde (1854-1900), en la cual el personaje ‘Dumby’ dice: “No hay más que dos tragedias en este mundo: Una no conseguir lo que se desea; otra conseguirlo. La peor de las dos, la verdadera tragedia es la segunda” (Acto III). Oscar Wilde se caracterizó por su ingenio verbal, su agudo humorismo y su inclinación por plantear paradojas chocantes. Quizás por eso exagera y no hay que tomar al pie de la letra lo que decía.

No obstante, Julian Baggini interpreta lo que dice G. Bernard Shaw de la siguiente manera. Muchas veces las personas se plantean metas sin evaluar bien todas las implicaciones posteriores. Por ejemplo, es frecuente que una persona aspire a vivir en un lugar alejado con un bello paisaje. Pero luego descubren inconvenientes como lejanía del lugar de trabajo, carencia de servicios, inseguridad personal, etc. Entonces la moraleja es que ‘Hay que ser cuidadosos con lo que deseamos’ (4).

Por otro lado, hay otra argumentación de índole evolutiva darwiniana, adicional a la de Baggini. En el caso del humano hay algo muy bien conocido: Cuando una persona alcanza una meta, al cabo de un tiempo ya no se siente satisfecha con esa meta alcanzada y se propone alcanzar nuevas metas. Esa perenne insatisfacción con lo alcanzado y ese anhelo constante de alcanzar nuevas metas quizás tenga una explicación evolutiva por Selección Natural darwiniana. En efecto, los humanos, al igual que todos los seres vivos, somos el resultado de un proceso evolutivo por Selección Natural darwiniana. Entonces consideremos nuestros ancestros. Algunos se sentían satisfechos con lo alcanzado, aunque fuera poco, y no se esforzaban por mejorar sus condiciones de vida ni luchar contra las adversidades. Mientras tanto, otros continuamente se esforzaban por mejorar sus condiciones de vida y alcanzar nuevas metas. ¿Quiénes tenían más probabilidad se ser seleccionados favorablemente por Selección Natural darwiniana?. Los ancestros que continuamente se esforzaban por lograr nuevas metas eran seleccionados favorablemente y tenían más probabilidad de sobrevivir y reproducirse (transmitir sus genes) que los que se sentían satisfechos con lo poco alcanzado. Por supuesto, esa perenne insatisfacción con lo alcanzado ocasiona ansiedad, estrés y desdicha. Pero hablando metafóricamente, a la evolución le importaba un comino si los ancestros de los actuales humanos eran dichosos o desdichados. Lo único que importaba es que tuvieran suficiente energía para esforzarse y luchar en su vida para sobrevivir y reproducirse, con el fin de que transmitieran más sus genes. Entonces somos descendientes de esos ancestros, y quizás por eso, de nuevo hablando metafóricamente, estamos ‘condenados’ a estar siempre insatisfechos, porque después de alcanzar una meta ya estamos deseando lograr otras metas. Esta argumentación evolutiva es muy convincente y la propone el filósofo estadounidense William B. Irvine (nac. 1952) en su obra: ‘Sobre el Deseo’ (5). Este autor  es seguidor de la filosofía estoica y recomienda restringir al máximo los deseos y vivir con austeridad…¡Lo cual no es nada fácil!!!. Quizás debemos proponernos metas muy realistas y necesarias, muy bien premeditadas, y con la conciencia de que la gran satisfacción inicial al alcanzarlas no durará mucho.   NOTAS: (1) Julian Baggini ‘Happiness: The Silver Lining of Economic Stagnation?’. Guardian (22 May 2014).  (2) Pags. 75-76 en Daniel Nettle (2005) ‘Happiness’. Oxford Univ. Press (3) Pag. 7 en Arlene Matthews Uhl (2008) ‘The Psychology of Happiness’. The Pengüin Group. (4) Pag. 186 en Julian Baggini (2010) ‘Should you judge this book by its cover?’. Granta Books. (5) Pags. 175-176 en William B. Irvine (2006) ‘On Desire’. Oxford Univ. Press.

ernestorodri49@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

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