POR TORIBIO AZUAJE
*Dedicado al Santanero Gustavo Mazeis, con quién compartí treinta años de trabajo en la ETA Crisanto Lacruz.
Agarrar café, coger café, cortar café, cosechar café, cualquiera sea la expresión usada según la región o el país, ésta suena a trabajo y a alegría por la llegada tan esperada de la cosecha. En la Nicaragua Guerrillera que me enamoró en mis tiempos de joven y universitario, al arte de cosechar café llaman «cortar café».
Cada año es el mismo trajín, la familia entera se entrega a estas labores, quienes tienen cafetales más grandes deben buscar los peones que le ayudarán para la temporada y apertrecharse con abundante comida en la despensa. La gente baja al pueblo a adquirir la manutención comprada al mayor, sacos de pasta, bultos de sardinas, maíz para las arepas, sacos arroz, bultos de panela y alguna botella de gorro e’ tusa para espantar el frío que trae la lluvia.
Sacos nuevos para transportar el grano, en tiempos de nuestros viejos los sacos eran tejidos de cabuya, hoy son de plástico y menos duraderos. Hay una pieza que domina el escenario en tiempos de cosecha, Los churos, estos son cestas que colgadas a la cintura del obrero son usados para agarra café. Los churos, canastos, cataures o cestas, eran elaborados de bejucos cortados en la montaña en tiempo de la luna menguante, en la modernidad de hoy fueron desplazados por tobos de plástico comprados en las tiendas agrícolas.
La figura del padre era dominante y él daba las órdenes y orientaba el trabajo, los peones son atendidos como paisanos del entorno familiar, los que vienen de lejos se quedan a dormir en la troja o en una sala dispuesta para ellos. Es un trajín enorme la cosecha, los más chavalos les corresponde llevar la comida hasta el corte. Se trabaja hasta la noche pues hay que garantizar despulpar el café cosechado en el día.
En estas montañas se despierta temprano en la mañana y molidos del trabajo del día se recuestan los obreros en la noche. En Las tardes se arremolinan los pensamientos para ordenar las tareas del día siguiente que supone una nueva jornada en que el grano se entrega a placer en nuestros brazos.
La misma historia de nuestros abuelos, tanto café, tanta riqueza en esos sacos y tanta pobreza en nuestros campos, mientras los gobernantes disfrutan a placer de una vida en abundancia.
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