Briceño Iragorry en: Epístola a Don Andrés Iduarte | Por: Pedro Frailán

 

Pedro Frailán

 Esta carta la escribe Don Mario en Bogotá, el 22 de marzo de 1949, a Don Andrés Iduarte, eminente historiador y político mexicano. Eran tiempos difíciles para Venezuela, en 1945 al gobierno del General Medina Angarita le dieron un Golpe de Estado el 18 de octubre de ese mismo año. Un grupo cívico militar lo  denominaron como la Revolución de Octubre, en donde Don Mario era el Presidente del Congreso del gobierno saliente, de ahí salió preso al Fuerte Tiuna.

En un trienio se desarrolló todo un proceso eleccionario y constituyente, con la nueva Constitución se llamarón a elecciones generales, saliendo electo por gran mayoría Rómulo Gallegos, que más que político era un gran novelista. A pesar de una convocatoria universal del sufragio no se pudo evitar otro Golpe de Estado, en esta oportunidad por un grupo de militares, en menos de cinco años la inestabilidad política era preocupante  pues se debatía entre el establecimiento de la democracia o la continuidad dictatorial que había recorrido casi  todo el siglo XX venezolano.

Don Andrés Iduarte se pronunciaba, que como era posible, que fuera depuesto un gobierno, que estaba conformado por grandes hombres con una presencia continental comenzando por el propio presidente. Don Mario le explicaba que sus incidencias estaban en tiempos anteriores, decía:                 “debieran darse cuenta, por la experiencia de los hechos anteriores, de que ha jugarse con la suerte de los partidos se juegan con la suerte del país” (1949:11). Recordaba que Acción Democrática nacía producto de un golpe y después  gobernó más para un partido que para   un país.

Gallegos no hizo un llamado a la unidad, a otros partidos como el caso de COPEI, de corte social-cristiano liderado por Rafael Caldera, ni a Unión Republicana Democrática, conducido por Jóvito Villalba bien calumniado por sus compañeros, una organización liberal,  y menos aún  al partido comunista que lo representaba Gustavo Machado. Ello provocó una anarquía, un desorden, fue el caos total de una nación que veía germinar la democracia.

Yo, en parte, estaba de acuerdo en un movimiento revolucionario que acabara con mucho vicio antiguo, incluso desde mi condición de pedevista traté que partiese desde la altura del poder, pero no fue posible. Pero no han pasado esos cambios, todo lo contrario, hay mas vicios, demagogia, una intransigencia extrema y un espíritu revanchista.  Aunque  en un principio en este país hubo mucha esperanza de los venezolanos,  hoy están evaporadas.

Cuando Gallegos asumió el mando muchos pensamos que había llegado al poder la conciencia intelectual del continente. El entusiasmo fue grande, se le estaba dando la oportunidad al país de plantearse una cultura de pueblo. No fue así, hoy lamentablemente están caídos, muchos de ellos fueron participes de nuestra caída y la celebraron. Hoy la incertidumbre es mayor, todo parece que nos espera un régimen de facto, poco hemos aprendido de la crisis de pueblo.

Quiero decirle a mi querido Andrés,  que yo respeto y admiro a Gallegos en su condición de alto escritor, sé que honra las letras de mi patria y de América y es mi amigo personal. Quiero manifestarle que esta epístola es de condición de nuestra intimidad.  Espero que no se haga público esto, con la finalidad de no agudizar más la crisis de nuestro pueblo que  carga con la peor parte.

 

 

 

 

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