¡Qué envidia me produce el Perú! Sus instituciones funcionaron hasta el punto que el presidente Pedro Pablo Kuczynski prefirió renunciar antes de que lo destituyera el Congreso. La destitución de un presidente siempre es un proceso traumático para un país, pero más traumático resulta que se mantenga en el poder cuando ha incurrido en actos de corrupción.
Es en estas ocasiones difíciles, complicadas y complejas cuando queda en evidencia la necesidad que tienen los países de poseer instituciones independientes, poderes que se hagan el contrapeso unos a otros. Porque si eso no sucede, la corrupción -ese cáncer del que ha padecido la humanidad desde sus orígenes- termina destruyendo todo. ¡Si lo sabremos los venezolanos!
Lo de Kuczynski se vio venir desde que comenzaron los rumores de su supuesta implicación en el escándalo de corrupción de la constructora brasileña Odebrecht. En diciembre del año pasado, ante una moción de vacancia presentada en el Congreso por la oposición por “presunta incapacidad moral permanente”, el presidente aseguró que no iba a renunciar y logró que se rechazara la moción. Pero las instituciones no cesaron de cumplir con sus deberes. Lograron demostrar a través de contundentes videos los intentos de sobornos a algunos diputados (por parte de la presidencia) para que votaran en contra de la segunda moción y el miércoles 21 de marzo, tan solo tres meses después, Kuczynski se vio obligado a renunciar. ¡Bravo, Perú! Si en Venezuela hubiera independencia de poderes, habría un gentío destituido y preso.
¡Tanto que se llena este gobierno la boca criticando los tiempos de la República Civil! Sin embargo, esa democracia, en ocasiones débil y enviciada, logró destituir a un presidente. ¡Qué contraste con la Venezuela de hoy, donde no se ha destituido a nadie por el mismo caso de Odebrecht, una empresa corrupta y corruptora, de la que sabemos sobornó a su gusto a unos cuantos funcionarios! Pero para el régimen, la corrupción no es problema mientras los corruptos sean obsecuentes y sumisos. Fue la manera que encontró Chávez de tenerlos con la rienda corta y la verdad es que todos tenían una moral bien corta, que no tuvieron problemas en aceptar semejante intercambio. Quienes están siendo perseguidos y apresados no es por sus actos de corrupción, sino porque se volvieron incómodos para el régimen. ¡Bravo, Perú! No me queda duda de que ustedes van a salir fortalecidos de esta experiencia.
Mientras nuestras instituciones paguen y se den el vuelto entre ellas, será imposible levantar al país. Los corruptos están desesperadamente tratando de terminar de raspar la olla. Y aquí seguiremos cuesta abajo mientras no se ponga de moda el ser honesto, se acaben las solidaridades automáticas y se sancione a los culpables. Pero ese panorama se ve lejos, muy lejos. No me cansaré de repetir que en Venezuela, mientras el dinero siga lavando currículos, expedientes y prontuarios, seguiremos hundiéndonos en este foso inmundo en el que nos encontramos inmersos. Cada vez estamos peor. Y quienes tienen en sus manos la posibilidad de poner orden, están en otras cosas… ¡corrupción y más corrupción!
¡Bravo, Perú! Siéntanse orgullosos de tener instituciones independientes, porque eso fortalece su democracia. Han demostrado madurez política y una seguridad de objetivos que apuntalará su desarrollo. Celebro que sus organizaciones funcionen como han funcionado y solo aspiro, en un futuro no muy lejano, que nosotros también podamos exclamar “¡Bravo, Venezuela!”.
@cjaimesb