La entrevista entre el presidente Joe Biden de los Estados Unidos y Lula Da Silva del Brasil emite un mensaje de cambio de rumbo de las relaciones hemisféricas que podrían dejar en el pasado la prepotencia del Norte imperialista para reconocer el ascenso histórico de Sur América como una nueva identidad independiente. En esta oportunidad representada por Brasil, “el gigante dormido”, que despierta para competir en la disputa de América Latina, el sur global y el mundo en la actualidad con el presidente Lula “resucitado” electoralmente por el pueblo brasileño, después del duro golpe que le propino la derecha en 2019 para matarlo políticamente cuestión que supero y hoy ejerce su tercer periodo en el cargo.
En esta oportunidad en circunstancias diferentes Lula se presenta como el más destacado líder de la izquierda impulsora del primer proceso articulador de cambio trasformador del estatus quo Sudamericano. El fenómeno de cambio regional impulsado por las izquierdas con resistencia de las derechas conservadoras que no comprendían el nuevo tiempo histórico creado con los Estados Unidos. Lo conquistado por estos movimientos representa el ascenso de una nueva identidad del continente, aprovechando la coyuntura creada por la humanidad cuando atraviesa una profunda transformación del orden internacional heredado del pasado siglo.
La “sudamericanización” en su primera onda transformadora que se inicia en 1998 con el triunfo electoral de Hugo Chávez contra el orden democrático “puntofijista” surgido del 23 de enero de 1958 se extiende hasta 2016 cuando la presidenta Dilma Rousseff es sacada del gobierno por un impiachment parlamentario cuestión que descalabra el andamiaje populista radical en la región que se caracterizaba por la postura común cuestionadora del neoliberalismo. También, en este periodo los gobiernos de izquierda logran una política de integración regional y alcanzar la soberanía geopolítica suficiente para retirar el continente de la condición de satélite de las políticas de los Estados Unidos.
Por razones de magnitud Brasil se convierte en el marco de referencia integrador de Sudamérica por ser el mayor país, el más industrializado y representar el 51% del PBI del continente meridional, todo ello, capitalizado por Lula y el lulismo para convertirlo en el paraguas de las tendencias populistas afines.
En esta empresa liberadora contribuye la llegada oportuna del capital chino que desplaza la inversión extranjera norteamericana dominante durante todo el siglo XX. Esta suplementación permite a los gobiernos sudamericanos superar el impacto de la crisis cíclica del capitalismo dependiente surgida en 2008 cuando se produce la quiebra del banco Lehman Brothers de Nueva York asociada con del desplome de la burbuja hipotecaria. En esa oportunidad los gobiernos de la región por primera vez pueden aplicar medidas anti cíclicas y mantener en alto el gasto social. Más importante aún pueden crear la UNASUR, el primer organismo supranacional de la región con la función de coordinar el desarrollo independiente del continente sudamericano, Para llegar a este momento climático de ruptura con la dependencia de los Estados Unidos existe una larga lucha de resistencia de los diferentes pueblos sudamericanos contra el imperialismo.
La nueva plataforma creada por las izquierdas establece un nuevo paradigma mediante el cual el continente Sudamericano deja de ser una referencia geográfica para empezar a emularse, no obstante las grandes asimetrías existentes todavía, como un polo civilizatorio Occidental en gestación como lo es Norteamérica, impulsada por el expansionismo de las trece colonias de los Estados Unidos creador del primer mercado común continental después de su independencia en 1781 y/o Europa, el primer centro de toma de decisiones del mundo y después de 1993 jalonada por la Unión Europea como una comunidad política de derecho constituida en régimen sui generis de organización internacional fundada para propiciar y acoger la integración de los Estados y naciones del continente.
En la actualidad en Sur América toma forma un tercer polo civilizatorio occidental cuyos horizontes históricos no podemos prever en la actualidad cuando constatamos que la nueva formación emerge a modo de un “iceberg” recogiendo los intereses nacionalistas de los sectores populares progresistas y cuyas imbricaciones se venían operando de manera imperceptible desde el inicio de la democratización en la década de 1980. En esa oportunidad el ascenso popular sepulta al autoritarismo militar que había logrado articularse a nivel continental bajo la oprobiosa “operación condor”. En el caso de Brasil se puso fin a las “fronteras ideológicas” creadas por la dictadura para incomunicar a los brasileños de sus vecinos pero la democratización permite a la sociedad civil el acercamiento y en el caso de Argentina cambiar la hipótesis de confrontación existente desde los tiempos coloniales por la de cooperación y crecimiento unidos.
El nuevo andamiaje continental, también, suplanta el rol simbólico nacionalista de México en Sur América al ser cooptado por la economía norteamericana en la última década del pasado siglo, por la presencia de Brasil para actuar como la nueva locomotora del desarrollo continental. Esta situación la intenta revertir el presidente López Obrador en el 2023 pero su declaración cae en el plano intervencionista cuando dice “una oligarquía está saqueando los bienes de Perú y necesita un títere”. Por el contrario, los gobiernos de Argentina y Brasil movidos por la reconciliación llenan el vacío dejado por México en la década de 1990 y logran en la primera década del nuevo siglo un viraje de la cúpula ideológica dominante del neoliberalismo que mantenía los postulados del “Consenso de Washington” como el pacto de dominación hemisférico. Lo hacen los presidentes Néstor Kirchner, en Argentina y de Lula Da Silva, en Brasil en 2003 cuando firman el “Consenso de Buenos Aires” para darle una reorientación de contenido social al MERCOSUR. Sobre estas nuevas bases se impulsa la sudamericanización y el aspecto social se convierte en primer punto de la agenda de las cumbres presidenciales de la región del nuevo siglo. En la marcha hacia ese objetivo es importante destacar el logro alcanzado por el frente político de los presidentes Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Lula Da Silva para contrarrestar la propuesta del ingreso al ALCA del presidente de los Estados Unidos George W. Bush en la IV Cumbre de las Américas celebras en la ciudad de Mar del Plata en 2005. En el evento el discurso inaugural de Kirchner lo aprovecha para dar una disertación magistral contra los efectos devastadores del neoliberalismo señalando a los Estados Unidos de propiciarlo, le pide a las instituciones (BID y Banco Mundial) que lo propiciaron asuman su responsabilidad y termina pidiendo a sus homólogos elevar la voz contra una política que causa la miseria de la región. Tres años después, se produce el gran salto histórico, ya señalado de la creación de Unasur e, incluso, la nueva realidad sudamericana encuentra empatía en la Administración demócrata de Barack Obama creándose un clima de distención política propicia para establecer normas de convivencia y respeto mutuo que de manera simbólica mueve al Secretario de Estado John Kerry a declarar oficialmente en un discurso ante la OEA el 18 de noviembre 2013 que su país ponía “fin a la doctrina Monroe” sustituyéndola por los intereses y valores democráticos comunes. La entente virtuosa que se gestaba para la superación de la nefasta practica intervencionista de los Estados Unidos de una manera no traumática experimenta un drástico retroceso con la siguiente Administración republicana de Ronald Trump cuando la doctrina se internaliza en varios países sudamericanos como una forma de pervivencia de los sectores de la derecha lo cual determina un retroceso en las relaciones entre el Norte y el Sur y Venezuela se convierte en el caso de la discordia política regional que desarregla la estabilización continental propiciando la intromisión del juego de confrontaciones entre las potencias mundiales. Esta situación nuevamente con el regreso de la Administración demócrata de Joe Biden busca una normalización de equilibrio
Finalmente, hoy en Sudamericana cuando su nueva realidad geopolítica logra contener los efectos de la doctrina Monroe continúa teniendo vigencia lo señalado por Simón Bolívar de que, “esta mitad del globo pertenece a quien Dios hizo nacer en su suelo”.
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