Petrolina (Brasil), 10 jun (EFE).- Brasil, uno de los países con mayor biodiversidad del mundo, se unió este lunes a la Alianza Internacional para la Resiliencia a la Sequía, una coalición mundial lanzada por España y Senegal en la COP27 de Sharm el-Sheikh (Egipto).
El Gobierno brasileño ratificó su ingreso a esta iniciativa global en un evento en Petrolina, en el noreste del país, donde los científicos han alertado sobre el avance de la desertificación en esa región semiárida, hogar del ecosistema de la Caatinga.
Al acto asistió el secretario ejecutivo de la agencia de la ONU para Combatir la Desertificación (UNCCD, por sus siglas en inglés), Ibrahim Thiaw, quien recordó que cada año el mundo pierde «100 millones de hectáreas» de tierras fértiles y afirmó que revertir esa tendencia es responsabilidad de todos los sectores de la sociedad.
«La sequía afectó el año pasado a una de cada cuatro personas», advirtió.
La alianza suma 38 países
Brasil es el último país en sumarse a la Alianza Internacional para la Resiliencia a la Sequía, que moviliza capital político, técnico y financiero para preparar al mundo ante sequías más duras.
A la plataforma se han incorporado ya 38 países y 28 organizaciones intergubernamentales y de investigación.
La ministra de Medioambiente brasileña, Marina Silva, expresó el deseo de Brasil de «fortalecer» la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación.
Y pidió «reaccionar» ante los efectos del cambio climático, que también agravan la condición de la Caatinga, donde hay cerca de un millón de pequeñas propiedades de agricultores familiares, mediante el impulso de un «modelo de desarrollo que genere empleo y renta».
En este marco, el despacho de Silva anunció un paquete de medidas para promover la explotación sostenible de la Caatinga, restaurar sus cuencas hidrográficas y mejorar las prácticas agrícolas, con una inversión total estimada en casi 100 millones de reales (20 millones de dólares).
También lanzó una red de investigadores para combatir la desertificación, sobre la que ya han mostrado interés unos 185 científicos.
Y estudiará de forma prioritaria convertir en unidades de conservación una docena de áreas, con el potencial de proteger un millón de hectáreas más, y ampliar el territorio de otras tres reservas ya homologadas en la región.
Las comunidades tradicionales alzan su voz
Representantes de las comunidades tradicionales participaron en el acto de este lunes y señalaron que las inversiones públicas son «muy bonitas», pero instaron a poner en marcha acciones que frenen «grandes proyectos de infraestructura» dentro de la Caatinga.
«¿Cómo vamos a proteger la Caatinga, si las energías renovables están llegando a todo vapor? ¿Para quién y para dónde va esa energía? Montar solo parques eólicos y solares significa acabar con nuestro modo de vida», dijo Ana Lúcia Santos, agricultora y líder de la comunidad de Lagoa do Meio, en el estado de Bahía.
La Caatinga, considerado el ecosistema semiárido más biodiverso del mundo, ocupa el 10 % del territorio brasileño y ampara actividades económicas como la agricultura o la fabricación de medicamentos y cosméticos.
La situación de la Caatinga empeoró entre 2022 y 2023, con un aumento del 43,3 % de la deforestación, según un estudio divulgado el mes pasado por la plataforma científica MapBiomas.
Además, un grupo de investigadores identificaron recientemente la primera región árida en Brasil y proyectaron la expansión de las tierras semiáridas por parte del territorio.
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