La cercanía del día electoral el domingo 2 de octubre incrementa la polarización entre el candidato de la derecha, Jair Bolsonaro, quien aprovecha su investidura presidencial para abusar, en la actualidad lleva su campaña electoral a Londres al pomposo entierro de la reina de Inglaterra Isabel II y a Nueva York a la sede de las Naciones Unidos, regresando a quemar sus últimos cartuchos señalando ante la inasistencia de Lula al último debate de los presidenciables que dicho comportamiento demuestra “su falta de compromiso con la población”.
Aunque, según los analista del proceso electoral todo ello no consigue los dividendos esperados; mientras, el izquierdista Lula concentra sus actividades, en este tramo final, apelando al voto útil buscando drenar las bases progresistas de los candidatos rezagados en la contienda, Ciro Gomes (PDT) y Simone Tebet (MDB), que ya no tienen ninguna posibilidad de ganar con lo cual ha conseguido la declaración en coro de celebridades del mundo artístico, como Chico Buarque y Caetano Veloso, entre otros, intelectuales y políticos prominentes entre los que se encuentran tanto ex presidenciables como adversarios políticos y en el cual destaca, el caso del expresidente Fernando Henrique Cardoso quien escribe, sin parcializarse por Lula, una nota pro-democracia pidiendo a los 156 millones de electores brasileños de votar por quien tiene compromisos con el combate a la pobreza y la desigualdad, defienda los derechos de igualdad para todos independientemente de la raza y termina señalando que ese candidato debe preservar el patrimonio ambientales, fortalecer las instituciones que aseguren las libertades y el restablecimiento del papel histórico del Brasil en el escenario internacional.
Con este ímpetu la campaña de Lula experimenta una sensación triunfalista de salvación nacional del peligro fascista y salta en las encuetas al 47 % creando la expectativa de lograr el triunfo en la primera vuelta. De concretarse éste triunfo podría considerarse que la candidatura de Lula dejo de la izquierda para convertirse en el factor aglutinante democrático mediante el surgimiento de un amplio frente nacional para detener la manifestación amenazante del autoritarismo que representa Bolsonaro.
Algo nuevo se manifiesta en el estado actual de la contienda electoral la más importante desde la recuperación de la democracia en 1985 y es precisamente el reverdecer del fervor por la vigencia de los derechos civiles y la división de los poderes cuyo sentimiento se manifiesta como la verdadera tercera vía ante el encallejona miento que pretenden cúpulas comprometidas entre el fascismo y el comunismo.
Este sentimiento mayoritario creado por amplios sectores de la población brasileña ante la incapacidad de la clase política de conseguirla alcanza una amplia mayoría entre los encuestados con derecho a votar. Esta realidad intangible aminora el fantasma de la supremacía de los valores conservadores en la vida nacional iniciados en el 2016 con el viraje de la política nacional que forjo la expulsión del Lulismo de la conducción del país y puso fin a la primera la ola del llamado del socialismo del siglo XXI.
La anterior situación tiende a cristalizar a partir de 2018 cuando Bolsonaro asume la presidencia y actúa con su particular talante y desenfado personal a la vez que emplea la primera magistratura para imponer su decálogo conservador, reproduciendo el resurgimiento de dicha tendencia en algunos países occidentales cuando surge una nueva plataforma ideológica neoliberal anticomunista.
Esta manifestación la encontramos en San Salvador con el presidente Bukele, en Hungría con Victor Orban y el caso más reciente, de confirmarse la tendencia es en Italia con la política y periodista Giorgia Meloni del partido pro fascista Hermanos de Italia . Sin embargo, el caso más connotado de este proceso lo representa la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca de los Estados Unidos y la proyección de un nuevo esquema geopolítico conservador a escala mundial. Bolsonaro empezó como el aliado estratégico preferencial de Trump en América latina pero después de la derrota de los republicanos en las elecciones, el gobierno demócrata de Biden dice a Lula, marcando un distanciamiento con la posición del presidente Bolsonaro, que reconocen la confiablidad el proceso electoral y reconocerán rápidamente al ganador de las elecciones brasileñas para contrarrestar una eventual aventura golpista. Por otra parte es importante destacar que el conservadurismo brasileño en el presente se mantiene apelando a la fuerza de sus raíces históricas ancladas desde el periodo colonial cuando se estructura la tenencia de la tierra y se forman los grandes latifundios esclavistas.
Esta situación continúa después de la independencia y en Brasil a diferencia de México donde se presentó una revolución agraria en 1910 se mantiene el incólume el desarrollo latifundista llegando en la actualidad a la ostentación de un enorme poder económico con la agroindustria y su crecimiento desbocado se convierte en la amenaza de la integridad ecológica de la región Amazónica. Otro aspecto a destacar dentro del amplio espectro del campo de la derecha brasileña es el militarismo encubado desde la Guerra del Paraguay o de la Triple Alianza (1860 – 1870), la más cruenta del continente Sudamericano, y posteriormente, el desarrollo de dicho fenómeno presenta aspectos importantes durante el siglo pasado como por ejemplo, el movimientos pro fascista llamado “Integralista” formado por Plinio Salgado durante la década de 1930 pero, lo más destacado lo constituye el golpe militar anticomunista de 1964 cuyos antecedentes autoritarios hoy Bolsonaro los emplea y dice querer repetir si gana las elecciones poniendo todas instituciones bajo las cuatro líneas de las constitución.
Regresando a la situación expectante de las elecciones en la actualidad es menester ponderar la situación alterna de la no concreción del triunfo de Lula en el primer turno lo cual abriría un incierto y altamente conflictivo periodo de un mes adicional hasta el 30 de octubre cuando se replantaría finalmente el día de la verdad. En este caso los pronósticos continúan siendo la posible confirmación de Lula por el electorado brasileño aunque no se pueden descartar los imponderables y de la capacidad de Bolsomaro en representación de los sectores de poder nacional y sus conexiones internacionales opuestas a la globalización para torcer el rumbo de los acontecimientos. En este hipotético caso asistiríamos a un retroceso político impulsado por los sectores dominantes del Brasil que impulsarían al país hacia un aislacionismo particularmente del resto de América latina, colocando como dice Bolsonaro a “Brasil por encima de todo”. En este momento coyuntural es oportuno recordar la afirmación del presidente Juscelino Kuitschek “el destino de Brasil es la grandeza.
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