A Simón de 22 años, lo dejamos en Roma a mediados de agosto del año 1805, en el Monte Sacro con su juramento-compromiso a la causa libertaria del Nuevo Mundo; en medio de un proceso de ampliación de conocimientos, aprendizajes sobre Europa y sus historias, y de manera particular sobre el Nuevo Mundo que le iban ampliando la visión y comprensión de su tiempo y a la par elevando su conciencia personal en la claridad del propósito para su existencia. Un viaje por más de cinco meses, mayormente a pie desde París, en compañía de su maestro Simón Rodríguez y otro amigo; viaje que continuaron hacia Nápoles, donde escaló el Vesubio junto a Humboldt y Gay-Lussac -¿Recuerdan las clases de química?-, para luego retornar a París.
Recordemos que Bolívar había llegado a París en abril del año 4, todavía con 20 años, viudo y profundamente abatido por la muerte de María Teresa, su grande y cándido amor juvenil. Allí, envuelto en las protecciones de su pariente Fanny du Villars y en su selecto salón de encuentros de la sociedad parisina, fue incorporando pasiones y sosiego a su personalidad, a la par de ampliar formación en las lecturas e intercambios con diferentes personalidades y las visitas y viajes por diferentes ciudades. París, en medio de las campañas victoriosas de Napoleón Bonaparte, ahora emperador, era la capital de las inquietudes no solo políticas, también científicas y culturales, que mantenían un continuo arribo de viajeros y exposiciones. Entre esos viajeros destacan el Barón Alejandro de Humboldt y el médico naturalista Aimeé Bonpland, quienes regresaban de un exitoso y largo viaje
-desde 1799 hasta 1804- por las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente y participaron en la Exposición Botánica de París. Allí les conoció Simón y con ellos mantuvo repetidos encuentros, muy notables e importantes para su formación y densidad de la visión geográfica actualizada, clave para su desempeño como político, militar, estadista y constructor de repúblicas en nuestramérica. Imaginen a ese joven inquieto.
El sabio Humboldt, cargado del romanticismo de su formación vinculada a su contemporáneo Goethe, tiene desarrollado un pensamiento globalizador y morfológico referido a la naturaleza, en especial a todos los organismos vivos que interactúan en ella, y una visión holística de la geografía que mezcla poéticamente
paisaje, con la descripción detallada y acotada de sus asombros ante estas regiones “virginales”. Sus obras, todavía hoy, son una fuente de acercamiento a nuestro espacio y su lenguaje surge “acercando al hombre americano a su geografía; enseñándole a usar sus recursos naturales y llevando a los hechos sociales … un método de observación tan prolijo como el que exigían las ciencias de la Naturaleza”. Con su generosa pedagogía en los relatos del viaje a las Regiones Equinocciales, incluidos sus recuerdos de Caracas, con el entusiasmo de Bonpland por el Nuevo Continente y la causa libertaria, y con las inquietudes del joven Simón, antes y después del viaje y juramento en el Monte Sacro, se enriquecieron esos encuentros que educarán densamente a Bolívar en la comprensión del territorio y la geografía humana de ese vastísimo espacio de la
América bajo el dominio español, donde iba a desplegar el claro y jurado propósito de su existencia. Bolívar continuará su vida ligado al modo de ir “mirando con encanto” el paisaje geográfico de nuestramérica, su naturaleza prodigiosa, sus grandes potencialidades y sobre todo sus pueblos y realidades sociales donde se
iba sembrando la semilla de la libertad.
En una carta de Bolívar desde Bogotá a París donde se encontraba Humboldt en noviembre de 1821, entre otras le dice “los rasgos de su carácter moral, las eminentes cualidades de su carácter generoso tienen una especie de existencia entre nosotros; siempre los estamos mirando con encanto. Yo por lo menos al contemplar cada uno de los vestigios que recuerdan los pasos de Ud. En Colombia me siento arrebatado por las más poderosas impresiones”. En plena Campaña del Sur, busca y se topa con el volcán, lo escala y extasiado escribe ”Delirio sobre el Chimborazo “…quise subir al atalaya del Universo. Busqué las huellas … de Humboldt; … nada me detuvo … La tierra se ha allanado a los pies de Colombia y el tiempo no ha podido detener la marcha de la Libertad …
Arrebatado por la violencia de un espíritu desconocido para mí … dejé atrás las huellas de Humboldt … Un delirio febril embarga mi mente, me siento como encendido por un fuego extraño y superior. Era el Dios de Colombia que me poseía … Observa –me dijo- , aprende, conserva en tu mente lo que has visto, dibuja a los ojos de tus semejantes el cuadro del Universo Físico, del Universo Moral, no escondas los secretos que el cielo te ha revelado: di la verdad a los hombres … En fin, la tremenda voz de Colombia me grita; resucito, me incorporo,
vuelvo a ser hombre, y escribo mi delirio”.
Sus análisis y visión sobre la realidad de los países en el momento político-social con sus dificultades y proyección al futuro, expuestos en la Carta de Jamaica del año 15, todavía sorprenden a la luz de los acontecimientos de la historia. Como estratega militar, Bolívar se nutre del conocimiento de Humboldt sobre el Orinoco desde Angostura hasta los raudales de Atures y Maipures, del Caribe, de Cartagena y del Magdalena, de Bogotá, de Guayaquil, de la costa del Pacífico desde Perú hasta México, de su geomorfología, sus diferentes economías, de sus pobladores y diversidades culturales. De manera resaltante el Bolívar estadista con visión adelantada impulsa normas ambientales, entre ellas el decreto conservacionista más relevante del Siglo XIX, en Chuquisaca el 19 de diciembre de 1825, para preservación de las aguas y conservación de los bosques, ordenando la reforestación y siembra de un millón de árboles. También en octubre del 29 decreta sobre la minería, su propiedad y conservación; además de disposiciones en beneficio de la igualdad y en favor de los indios con normas nuevas y de justicia, sobre trabajo, tierras y salarios. Bolívar recorre la geografía, se extasía
con ella, la atiende y adecúa a las necesidades libertadoras y la protege hacia el futuro, como sustento de la república para la justicia y ejercicio de la libertad de los pueblos que en ella habitan.
Las prácticas del capitalismo extractivista han ido a contracorriente de ese encargo bolivariano; la depredación del ambiente ha ido agotando las mejores oportunidades de la república. Es necesario capacitar a los responsables de la conducción política y de estado, en todos los niveles, sobre el ámbito de la geografía a escala humana que les permita entender el ejercicio de gobierno como servicio para facilitar y contribuir al desarrollo de un nuevo modo de relacionarnos entre los seres humanos y con la naturaleza, y a la comprensión ética, que las nuevas generaciones tienen la necesidad y por tanto el derecho de recibir un mundo mejor, con justicia y libertad, donde desarrollar sus propios sueños. Hasta ahora, como expresó Mario Briceño Iragorry, “hemos tenido más mandatarios que gobernantes”.